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Pablo Agustín Londoño

Renuncias en redes sociales…

Pablo Agustín Londoño
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Pablo Agustín Londoño

Hace unas semanas, la periodista Marina Schfrin renunció a su trabajo en Next Media Animation por medio de un video en el que está bailando a las 4:30 a. m.; luego lo colgó en Youtube, y tiene más de cuatro millones de visitas, logrando poner en boca de muchos la falta de equidad de la empresa con sus empleados.

La respuesta, por la misma vía, no se hizo esperar, tratando de ridiculizar a Schifrin, aunque el daño ya estaba hecho.

Glassdoor, empresa norteamericana, ha recogido capital para expansión por 42 millones de dólares, con un modelo de negocio en el que se permite que los empleados de miles de compañías, anónimamente, califiquen a sus empleadores y jefes, haciendo evidentes las realidades, buenas y malas de diferentes culturas organizacionales, convirtiéndose en parada obligada para quienes están aplicando a un trabajo en cualquier empresa.

Es un espacio para que las compañías mercadeen su cultura, las oportunidades de carrera y sus valores; es, en realidad, la experiencia del empleado la que al final más pesa.

Las redes sociales, así como han servido de palanca a movimientos sociales masivos como el de los Indignados, han creado un espacio también a los ‘indignados laborales’, para que hablen abiertamente de las injusticias que a diario se viven en el mundo corporativo.

La marca ‘empleador’, que cuidan las organizaciones y sus departamentos de recursos humanos como parte de su estrategia de atracción del mejor talento, y por la que se desviven las empresas para quedar bien ‘rankeadas’ en listados como Best Place to Work, tiene su talón de Aquiles en el comportamiento de algunos de sus líderes, que arropados por el poder jerárquico maltratan, creyéndose infalibles, sin sospechar que pueden estar hoy poniendo en riesgo el esfuerzo de construcción de marca de toda una organización.

La realidad digital, esa del gran hermano, en la que pareciera que nada es privado y se corren riesgos, llegó también al mundo laboral, y hay que saberla administrar.

Las organizaciones se parecen a sus líderes, no siempre una injusticia, un mal trato o los malos manejos de una persona en la compañía califican toda una cultura.

No se debe tolerar una injusticia, y sin tener una política integral de comunicación para el adecuado manejo de una protesta, puede ser viral.

Si bien el consejo es exigir coherencia entre los valores escritos en el papel, con el comportamiento de sus líderes, hay que tener conciencia de que es la gente el mayor activo de las organizaciones: recursos humanos tiene que ser el aliado estratégico del CEO en el manejo integral de su mayor recurso, y la política de talento debe ser la prioridad número uno de cualquier líder corporativo.

El CEO debe manejar las situaciones en las que los empleados expresen inconformidad; estábamos acostumbrados a que solo en eventos de crisis el CEO asumía las riendas del manejo público ante los medios.

Tenga en cuenta que así como un mensaje positivo en las redes potencia sus políticas de atracción, la inconformidad sustentada y apalancada en una red social puede dañar su imagen de buen empleador.

Pablo Agustín Londoño

Socio de CTPartners

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