La década 2004-2014 fue particularmente buena para las economías africanas. Es más, a partir de la crisis del 2008, las Instituciones Financieras Internacionales (IFI), los diferentes gobiernos europeos y los inversionistas emergentes rindieron homenaje a la ‘resiliencia’ de las economías africanas. Con un crecimiento de 4,6 por ciento de su PIB en 2014, África seguía entre los bloques económicos más dinámicos del mundo.
Sin embargo, el mes de junio fue más difícil. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) publicaron sus perspectivas para el 2015 y una palabra se puede destacar: ‘fragilidad’.
A pesar de los buenos resultados, los temores de los inversionistas extranjeros volvieron a surgir. Según el BM, las previsiones de crecimiento del PIB africano pasaron de 4,9 a 4,2 por ciento en un lapso de 12 meses. Lo que causa preocupación es la capacidad transformativa de las economías africanas, es decir, la capacidad de pasar de una economía de renta a una productiva, en resumen: nada nuevo.
La necesidad de cambiar la manera de producir riqueza sigue siendo el reto principal para los africanos. A nivel macroeconómico, la explotación de los recursos naturales y la venta de productos primarios constituyen la base de ese modelo rentista. En el 2015, algunas economías africanas padecen todavía de esta dependencia de las exportaciones. Según el BM, con la caída del precio del oro negro, el crecimiento del PIB argelino pasará de 4,1 por ciento en el 2014 a 2,6 por ciento este año. Incluyendo a Suráfrica, en estos últimos meses, todos los productores africanos de materias primas han tenido que ‘aguantar’.
Sin embargo, al contrario de la imagen tradicionalmente aceptada, los rentistas africanos son pocos. La idea según la cual la renta es el modelo económico dominante en África, depende de algunas situaciones históricas particulares, en especial de la preponderancia del Estado en la economía. Y es cierto que el Estado se configuró como el principal agente económico que organiza y reparte la riqueza en los países africanos. A los ojos de muchos, esta situación explica la poca capacidad africana para dejar atrás el modelo rentista.
En general, se critica la ‘economía de renta’ por razones tanto económicas, porque crea poco valor agregado, como éticas, porque fomenta la corrupción y limita la toma de iniciativas. Pero, aunque no sea el modelo económico más eficaz, no es cierto que limite el ‘espíritu emprendedor’. Como en muchas otras economías ‘menos avanzadas’, la micro- empresa (menos de cuatro asalariados) constituye la fuerza vital de las economías africanas. Así, en una situación de adversidad en los mercados de ‘commodities’, se debe destacar el papel importante del sector productivo africano en el mantenimiento de tasas de crecimiento relativamente altas. Al lado de las microempresas, las pymes y las multinacionales africanas también se destacan. Una de las diferencias de mayor impacto en relación con el siglo pasado es que muchas multinacionales que actúan en el continente están en manos de africanos. Al lado de las tradicionales multinacionales estadounidenses, europeas, chinas y brasileñas, nuevos nombres africanos están moldeando las economías del continente. Todos los africanos conocen la multinacional surafricana MTN Group, o los nombres de Patrice Motsepe, con la African Rainbow Minerals, en Suráfrica, o de Aliko Dangote, con Dangote Cement, en Nigeria. Estos nombres son los que cambian las economías africanas desde adentro. No están solos y son cada vez más. Entre el 2003 y el 2015, según la revista Forbes, el número de billonarios africanos pasó de 2 a 29, y su actuar se hace sentir con mayor frecuencia.
La inquietud que recientemente manifestaron las IFI era previsible. Claramente, la subida de los precios de las materias primas y el aislamiento relativo del mercado financiero africano del mercado financiero mundial, durante la crisis financiera del 2008, explicaban, mejor que el dinamismo industrial, el crecimiento sostenido en la última década. Sin embargo, ahora que los precios de las materias primas están a la baja y que el espectro de la crisis se está desvaneciendo, los factores internos se hacen más relevantes.
Lo que demuestran las últimas cifras del BM es que el desplome esperado por muchos no se produjo. Con una proyección de crecimiento de 4,2 por ciento para 2015, el continente africano sigue teniendo un dinamismo destacable. La mayor diferencia con el periodo anterior es que las economías africanas están transformándose en economías productivas, y que, si bien dependen todavía de sus exportaciones de commodities, el proceso de transformación se inició y el milagro debería seguir.
Florent Frasson-Quenoz
Miembro de Redintercol