Como ya ha sucedido varias veces en el pasado, el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos ha vuelto a quedar atrapado en una agria disputa entre la Casa Blanca y el Congreso, que tiene mucho que ver con política interna y cálculos electorales. En esta ocasión, sin embargo, las apuestas son mucho más altas. Toda la agenda comercial norteamericana, y de paso las preferencias arancelarias que Washington concede a más de 130 países del mundo, entre ellas las de Atpdea, están en el congelador.
El pasado miércoles, en una audiencia ante la Comisión de Finanzas del Senado, legisladores republicanos y demócratas le dijeron a la administración que estarían dispuestos a bloquear el TLC con Corea del Sur si Barack Obama decide enviarlo al Congreso sin incluir en un mismo paquete los de Colombia y Panamá. Esas son palabras mayores, pues el pacto coreano es tres veces más grande en términos económicos que los otros dos juntos y tiene un gran valor estratégico.
Aunque la situación es la misma desde que el Presidente asumió el poder en enero del 2009, las realidades políticas cambiaron con el triunfo electoral de los republicanos en noviembre pasado y su amplio control en la Cámara de Representantes. La comunidad de negocios, que siempre ha impulsado estos acuerdos, ha entendido que está frente a la mejor oportunidad en cuatro años y se han sumado con vigor a la campaña pro TLC. Desde el inicio del año, no ha pasado semana en la que no aparezcan cartas de ex funcionarios, congresistas y empresarios, al igual que decenas de editoriales y columnas en los principales medios, que le piden a Obama actuar cuanto antes.
Y la administración está sintiendo la presión. De decir en diciembre pasado que no había votos para aprobar el pacto y descartar sus chances en el 2011, ha pasado a iniciar –a regañadientes– un proceso de resolución de temas pendientes que concluiría este año para luego, “de manera inmediata”, enviar los tratados al Congreso. En la audiencia del miércoles, el Representante Comercial Ron Kirk dijo que todo estaba más cerca de finiquitarse de lo que muchos pensaban.
Pero los republicanos no le creen y exigen compromisos más específicos que la Casa Blanca no ha querido dar. Muchos creen que, en el fondo, Obama aún no ha tomado una decisión final con respecto al TLC con Colombia, ya que teme irritar a los sindicatos, que serán claves en su campaña de reelección de 2012.
A eso se suman los intereses particulares de algunos congresistas. El caso del demócrata Max Baucus, presidente del Comité de Finanzas del Senado y sin cuyo apoyo es casi imposible que avance un TLC, es emblemático. Su estado, Montana, es un gran productor y exportador de carne y granos, para los cuales hay mercado en Colombia. Por lo tanto para Baucus, que debe defender su curul en las elecciones, el tema no es indiferente.
La mejor opción sobre el papel sería que Obama ofreciera un compromiso concreto de sacar adelante el pacto con Bogotá a finales del año, a cambio de destrabar la agenda comercial y aprobar el coreano durante el verano. De esa manera, tendría seis meses para demostrar que se progresó en los “temas pendientes” con Colombia –violencia contra el sindicalismo e impunidad–, lo cual le daría una coartada para vender el acuerdo ante su base y limitar el costo político.
El problema, como en todos los conflictos, es que alguna de las partes tiene que ceder. Incluso, se ha comenzado a hablar de ‘opciones nucleares’. Por el lado republicano, desempolvar el acuerdo que sometió George W. Bush al Congreso en el 2008 y aprobarlo sin el consentimiento del Presidente. Por el de la Casa Blanca, enviar al Capitolio el de Corea del Sur con el mensaje de “ese o nada”, lo cual fragmentaría el apoyo de la comunidad empresarial.
El gobierno colombiano, en público, ha asumido una razonable posición de indiferencia y a veces indignación frente a este proceso, algo entendible tras cuatro años de señales mezcladas y mal trato. Pero probablemente entiende –y debe trabajar por ello– que en frente tiene la mejor oportunidad de sacar adelante el TLC desde que se firmó en noviembre de 2006, y quizá una de las últimas.
Editorial / En medio de la pelea
La intensa disputa política entre demócratas y republicanos en Estados Unidos, tiene comprometida la
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Redacción Portafolio
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