Los comunicados que emite la junta directiva del Banco de la República no se caracterizan por abundar en palabras. Aun así, el expedido ayer, tras concluir la última cita del año, fue particularmente escueto. En apenas unos pocos párrafos, quienes toman las decisiones más trascendentales en lo que atañe al rumbo del Emisor, acordaron por unanimidad dejar las cosas como están.
Lo anterior quiere decir que la tasa de interés que este les cobra a las instituciones de crédito por darles liquidez temporal se queda en 4,75 por ciento anual, hasta nueva orden. El motivo es que el margen para más reducciones se agotó, sobre todo después de conocerse el dato de inflación de noviembre.
Y es que el mes pasado, el Índice de Precios al Consumidor experimentó un comportamiento que no estaba en los cálculos de los analistas. Aunque en privado todavía subiste la esperanza de que el dato de diciembre sirva para enmendar la plana y cerrar el 2017 con un alza de la canasta familiar por debajo del 4 por ciento anual –el límite superior de la meta inflacionaria de largo plazo– no hay nada fijo.
Por tal motivo, es mejor curarse en salud y esperar a ver cómo evolucionan las cosas antes de volver a recortar el costo de los fondos que provee el Banco. Aquellos que se precian de hacer pronósticos dicen que solo hasta febrero podría suceder algo y solo si la pendiente de la cuesta de enero no se empina mucho.
Ese lapso también servirá para observar lo que sucede en el ámbito internacional. La determinación del Banco de la Reserva Federal en Washington de aumentar las tasas de interés que maneja e insinuar que habrá varias vueltas de tuerca adicionales en el 2018, exige una particular cautela.
Afortunadamente, algunas mediciones están evolucionando en la dirección correcta. La caída en el déficit externo de Colombia –que continuó durante el tercer trimestre– alivia la presión y le da a las autoridades margen de maniobra. El suficiente para esperar a ver si la economía vuelve a tomar aire.