El dato no muestra un salto radical, pero va en la dirección correcta. Así podría calificarse el reporte entregado ayer por Fedesarrollo, según el cual el índice de confianza del consumidor volvió a subir en septiembre, tras experimentar un bache en agosto. Superado el tropezón, retornan las esperanzas de que la actitud de la ciudadanía continúe mejorando, algo que eventualmente influirá sobre el comportamiento de la demanda interna.
Todavía queda un buen trecho para que el indicador se encuentre en terreno positivo. Sin embargo, es destacable que en la presente medición se presentaron mejoras, tanto en la calificación de las condiciones económicas actuales como en las expectativas para el futuro cercano. Puesto de otra manera, una proporción más elevada de los interrogados en la encuesta considera que hay una evolución en el sentido correcto.
Aun así, la valoración sobre la realidad del país es todavía el principal lastre en el ánimo de los consumidores. En comparación, la evaluación con respecto a lo que pasa en el ámbito personal y familiar entrega notas mucho más elevadas, así la distancia frente a la época de las ‘vacas flacas’ sea grande.
Por otra parte, resulta interesante distinguir entre lo que dicen las cinco capitales en las que se adelantó el sondeo. Lo más sorprendente es constatar que Bucaramanga muestra los peores resultados, seguida por Medellín, en donde también el negativismo es alto. Bogotá está en tercer lugar, pero viene en franca recuperación, al tiempo que Cali progresa y Barranquilla muestra números en negro, comparables con los del 2016.
En cuanto al nivel socieconómico, la clase media dio un giro interesante, aunque son los estratos altos los que más han mejorado su actitud en los pasados 12 meses. Falta ver si esa evolución sirve para que el final del año sea mejor que el comienzo, que arrancó tan mal.