Han pasado casi cinco años desde cuando el consejo a nivel ministerial de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) le dio luz verde al proceso para que Colombia se convirtiera en miembro pleno del llamado club de las mejores prácticas. Desde entonces el país ha hecho de manera juiciosa la tarea de superar los diferentes obstáculos, recibiendo la luz verde de 20 de 23 comités.
No obstante, todavía faltan dos obstáculos principales. El primero tiene que ver con el grupo que mira los asuntos laborales, que está relacionado con regulación y protección a los sindicalistas. El segundo examina temas de comercio y, de acuerdo con los conocedores, es el hueso más duro de roer, pues ha llevado a Estados Unidos a adoptar una posición particularmente dura. Los problemas se concentran en la ley de derechos de autor que data de 1970 y que el Gobierno se había comprometido a modernizar, sin conseguirlo debido a la falta de apoyo en el Congreso. No menos complicada es la presión de las farmacéuticas que han dejado saber su inconformidad ante algunas disposiciones que, en su concepto, violan las normas internacionales sobre patentes.
De tal manera que no queda otro remedio que buscar que la administración de Donald Trump acepte las explicaciones que dé Bogotá y deje de atravesarse en la consecución de una meta que es uno de los principales objetivos de la política exterior de Juan Manuel Santos. Ese es el motivo por el cual una delegación de alto nivel que incluye al sector gremial, además de varios ministros, estará en Washington a finales de esta semana.
Aunque en el contexto de los vientos proteccionistas que agita la Casa Blanca la divergencia es menor, no es claro que el Tío Sam acepte los argumentos de Colombia. La línea dura de los últimos días se puede extender a este punto, lo cual aplazaría indefinidamente el objetivo de formar parte de un club en el cual uno de sus miembros nos enseña la conocida ‘balota negra’.