No fueron pocos los trastornos que ocasionó la minga indígena nacional, que durante cerca de dos semanas afectó las actividades cotidianas en varios departamentos del país y cuyo epicentro fue el Cauca. Las reivindicaciones de diferentes comunidades desembocaron en el tradicional bloqueo de carreteras y en uno que otro enfrentamiento con las autoridades.
Afortunadamente, y a diferencia de experiencias previas, fue posible llegar a acuerdos con relativa rapidez, sin hechos luctuosos que lamentar. En comparación, el paro del año pasado duró casi un mes y tuvo un saldo de un par de muertos.
Quienes saben del asunto le reconocen al Gobierno que aprendió la lección de descalabros previos, con lo cual pudo negociar de manera diferente y mantener abiertas casi de manera permanente las puertas del diálogo. Un elemento clave fue que el entendimiento se logró con el Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric) que representa más a las bases y no con organizaciones que son más de corte político, como la mesa permanente.
Debido a ello, la aproximación a los temas se hizo de forma mucho más práctica, sin que entraran a jugar en el proceso actores externos, que en otras ocasiones generaron ruidos y polémicas. En lugar de la grandilocuencia de épocas anteriores, los puntos de acuerdo son de naturaleza práctica, lo cual eleva la probabilidad de su cumplimiento.
Lo anterior no quiere decir que el camino que viene sea fácil, pero el cambio en el tono es notable. Siendo realistas, el próximo Gobierno también se verá obligado a manejar un tema que siempre estará presente.
Aun así, en lugar de incubar los elementos de un próximo paro, aquí se pueden concretar avances efectivos que sirven para demostrar que hay posibilidad de hablar, sin prolongar las vías de hecho. Y eso no es poca cosa.