La Real Academia define la palabra lánguido como “de poco espíritu, valor o energía”. Habrá que ver si ese adjetivo se le aplica a lo que haga el Congreso actual, cuyo último periodo de sesiones comenzó ayer y termina el próximo 20 de junio, en medio de expectativas relativamente moderadas.
Tal como sucede cada cuatro años, esta es una época especial, pues tiene lugar en medio de la campaña presidencial y después de las elecciones legislativas, lo cual quiere decir que aparte de los parlamentarios repitentes están los que no volverán al Capitolio, ya sea porque decidieron retirarse o forman parte del grupo de los ‘quemados’. En cualquier caso, las condiciones objetivas no son precisamente las mejores, en lo que atañe a la productividad de senadores y representantes.
No es que la lista de pendientes sea corta, pues hay tres temas importantes. El primero es lo que falta para completar la lista de leyes relacionadas con la firma de los acuerdos que llevaron a la desmovilización de las Farc. Los conocedores hablan de cinco proyectos, de los cuales ayer se radicaron dos.
El segundo acápite hace referencia a las víctimas y las circunscripciones de paz, que naufragaron a finales del año pasado. El Gobierno señaló en su momento que desea honrar el compromiso hecho, aunque muchos consideran que el ambiente es todavía más adverso que en la oportunidad previa.
Por último, el Ministerio de Hacienda debería presentar la iniciativa que busca quitarle tres ceros al peso. Aunque la idea recibió cierto apoyo semanas atrás, ayer la Asobancaria se distanció, lo cual la pone en entredicho.
También en lo que atañe a salud, tecnologías de la información o transporte, hay proyectos en curso. Falta ver si el Ejecutivo cuenta con algún margen de maniobra a la hora de impulsar los diferentes debates, o si decide usar sus escasos cartuchos en unos cuantos objetivos. Sea como sea, nadie espera mucho de un Congreso al que se le ve poco ánimo de impresionar con su capacidad de trabajo.