La economía mundial mejora su ritmo y la de América Latina también. Así podría resumir un optimista el panorama que entregó este jueves la Cepal con respecto al desempeño previsto para la región, dentro del contexto global, el cual muestra, en ambos casos, números más elevados para el 2018.
Lamentablemente, una mirada más detallada muestra que mientras las apuestas para el planeta, como un todo, van hacia arriba, las de esta parte del mundo no. En concreto, a finales del año pasado la entidad proyectó una expansión del 2,2 por ciento en el Producto Interno Bruto de los países del área. Ahora ese cálculo es de apenas 1,5 por ciento, lo que supera escasamente el dato del 2017.
Esa reducción de tres cuartos de punto porcentual es atribuible a tres naciones. Para comenzar, la recuperación brasileña es muy tímida, como consecuencia del escaso margen de maniobra con que cuenta el Gobierno actual y la incertidumbre política sobre quién será el nuevo presidente de ese país.
En segundo término está la crisis por la que atraviesa Argentina, la cual la llevó a firmar un programa de ajuste con el Fondo Monetario Internacional. La determinación de reducir el déficit fiscal ocasionará una contracción que sería del 0,3 por ciento, si la avalancha actual de los mercados se puede contener y las autoridades consiguen que la espiral inflacionaria se detenga.
Mención aparte merece Venezuela cuya debacle continúa. Aunque menos pesimista que el FMI, la Cepal habla de una caída superior al 10 por ciento, algo que se traducirá en más penurias para los habitantes del vecino país.
En lo que atañe a Colombia, se mantiene el estimativo de 2,7 por ciento para el 2018. Aunque ese guarismo dista de ser bueno, nos coloca en la parte de arriba de la tabla, junto con la mayoría de los centroamericanos, algunos caribeños y nuestros socios de la Alianza del Pacífico. La expectativa es que el año que viene será mejor. Ojalá no suceda lo de este, que no acabó siendo como se esperaba.
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