Hacía tiempo que el mensaje según el cual las cosas están mejorando no se escuchaba con tanta claridad, dentro y fuera de Colombia. Pero la semana que termina trajo consigo una apreciación mucho más positiva de la realidad mundial, pues el crecimiento proyectado supera los cálculos que se hacían hasta hace poco.
En el caso del planeta, el FMI señaló el lunes que la expansión del PIB debería llegar al 3,9 por ciento, tanto este como el próximo año. Esa cifra es cercana al promedio histórico y deja en claro que las dificultades experimentadas tras el estallido de la crisis financiera del 2008 habrían quedado atrás.
Los motivos de ese mayor vigor son varios. De un lado, las naciones más ricas están andando a buen paso, especialmente en Europa continental y EE. UU. Del otro, los países emergentes, encabezados por India y China muestran un desempeño positivo que se traduce en mayor demanda de insumos de todo tipo. Esto lleva a que los precios de numerosas materias primas aumenten, lo cual crea un círculo virtuoso que beneficia a distintas regiones, incluyendo a América Latina.
Mención especial merece la situación del petróleo. Aceptando que el desarrollo de energías alternativas prosigue, el consumo mundial se aproxima a los 100 millones de barriles de crudo al día, algo en lo que juegan los extremos climáticos y la mayor actividad productiva. De manera paralela, los grandes exportadores limitan la oferta de hidrocarburos, con excepción de EE. UU. cuyo auge puede llevar a eventuales correcciones en precios.
A su vez, Colombia pinta mejor. El FMI indicó que su apuesta sobre el crecimiento del país este año subió al 3 por ciento, cifra que supera la meta oficial. Los ajustes hechos, junto con el aumento en valor de los principales renglones de exportación, se suma a una situación fiscal más holgada y un clima de inversión mejor.
En contra de lo que ocurre en otras latitudes, el anuncio fue recibido internamente con incredulidad, pues después de la larga tormenta más de uno piensa que una golondrina no hace verano. Pero la descolgada en el precio del dólar, que llegó a franquear la barrera de los 2.800 pesos es una demostración de que las circunstancias han cambiado y que el arranque del 2018 trajo consigo un giro en la dirección del viento que no es despreciable.