El ascenso de Donald Trump en las encuestas entre los ciudadanos de Estados Unidos nos tiene pensando a todos. ¿Qué fenómenos social y político estamos presenciando?
Me aterra pensar que Trump llegue a convertirse en el presidente de la primera potencia del mundo. Si trata como trata al senador McCain, cómo se comportará con Raúl Castro o el Primer Ministro de China? ¿Si dice lo que dice de los mexicanos y las mujeres, que podrá hablar de los musulmanes?
No quiero imaginármelo dando declaraciones en medio de una cumbre de los 8 países más poderosos del planeta. Con una de sus imprudencias podría poner al mundo al borde de la tercera guerra mundial o, en todo caso, exponer las relaciones internacionales de una forma nunca antes vista. Todos viviríamos, como en la película de Almodóvar, ‘al borde de un ataque de nervios’.
Pero lo que más me inquieta es que todo esto no parece importarle a muchos votantes estadounidenses. Quizás les parece apropiado. Con Trump en la presidencia de Estados Unidos, Regan y los Bush quedarían como tibios moderados, y Obama y Clinton como extremistas liberales.
La hasta ahora triunfal llegada de Trump a la escena política presidencial, pone de presente que los límites entre la política y la farándula se acabaron. La directora del Huffington Post dijo que su portal de noticias si cubriría la campaña del magnate, pero no desde la sección política, sino como parte de la información del entretenimiento. Era un dardo, por supuesto, pero Trump en realidad unió estos dos mundos.
Es la llegada dramática del mundo del twitter a la política, de las ideas en 140 caracteres, el mundo de las frases y no de los discursos, de las actitudes y no de los planteamientos. La política convertida en un objeto de mercado, en el cual las aspiraciones presidenciales no se labran en décadas, sino en días, en la que lo que vale no es un programa de gobierno, sino una ocurrencia divertida y extrema a la vez, que despierta los egos de poder de los votantes. Es la política convertida en negocio, bajo la premisa de que el liderazgo depende de cuánto tengo y no de cuánto puedo ayudar, servir a mis semejantes, ser solidario y aproximarme a los temas de forma equilibrada, sensata y humana.
Es el liderazgo de la imposición, de lo que yo digo y punto. No se trata de resolver de fondo los problemas, sino de imponer soluciones de corto plazo -equivocadas, por supuesto-. ¿Alguien razonable cree que el problema de la migración ilegal de México hacia EE. UU. se resuelve con la construcción de un muro? Algo similar pensaron los comunistas alemanes hace más de 50 años, pero la historia dejó al descubierto la tiranía y locura que se escondía detrás de construir un muro en Berlín para impedir que llegaran ‘impuros’ a mi casa.
Veremos qué pasa en los días por venir, pero todo lo que parece una insensatez, a Trump lo impulsa. La pregunta es ¿quién podrá detenerlo? Los republicanos no están seguros de expulsarlo, porque eso le daría más bríos para seguir como candidato independiente. Hillary, apenas pudo decir ‘basta ya’, y luego se quedó muda. Quizá, él mismo se convierta en su propio verdugo, pues los excesos al final se pagan. Pero una cosa es clara: estamos asistiendo a un cambio dramático en el quehacer político.
Pregunta suelta: ¿quién es el Trump colombiano?
Ricardo Santamaría
Analista independiente
risasa1960@gmail.com