Los años ochenta y noventa fueron fundamentales para la industria petrolera colombiana. Fue en esos periodos cuando se descubrieron los yacimientos de Caño Limón y Cuisiana, los cuales le permitieron a los gobiernos de turno poner sus ojos en el sector de hidrocarburos, debido a que se logró exportar nuevamente crudo, luego de tener que importarlo por cerca de 10 años.
Hoy, dos décadas después, la situación en este renglón de la economía ha cambiado bastante, la producción ha bajado, no se han hallado yacimientos importantes como los de las épocas anteriores, el valor por barril actual ha disminuido a menos de 60 dólares y el alto precio del dólar está impactando significativamente en la industria petrolera, que se ha convertido en la columna vertebral de la economía colombiana.
A todo lo anterior se le debe sumar la aprobación en el Congreso de la República de la reforma tributaria, la cual es nociva para la industria de hidrocarburos, así como para el país, ya que desincentivará la inversión extranjera y, por ende, limitará la financiación de proyectos sociales y de infraestructura que se necesitan.
A todas las voces en contra de la reforma se unió un serio y destacado estudio realizado por Fedesarrollo, encabezado por Hernando José Gómez y Roberto Steiner, en el cual se prenden las alarmas sobre el impacto de esta medida en la inversión, el crecimiento y el empleo.
Según el análisis, la reforma tributaria, aprobada por el Congreso de la República, aumentará la tasa efectiva de tributación (TET) de las empresas, dejándola en un rango entre 52 y 59 por ciento, una de las más altas de la región, lo cual generaría que si un inversionista desea aprovechar la sinergia de la Alianza del Pacífico, al ver las TET de quienes la integran, observa que esta es para las empresas grandes de 38,2 por ciento en Perú; 27,2 por ciento en Chile; 40,7 por ciento en México, y 51 por ciento en Colombia, pues ya nos imaginaremos dónde establecerá su empresa o negocios.
No cabe duda de que esta reforma es un banderillazo al sector minero-energético colombiano, el cual es el responsable de más del 50 por ciento de la inversión extranjera, del 30 por ciento de los ingresos fiscales y de cerca del 50 por ciento de las exportaciones, y en la medida en que esta se vea desestimulada por leyes que no son garantía de seguridad jurídica, se va a generar un impacto negativo, no solo en el desarrollo local, sino en las finanzas del Estado.
Es por ello que un debilitamiento actual de la estructura del negocio petrolero va a contribuir a un estancamiento económico y social del país, Fedesarrollo lo identificó así en su estudio, en el que indica que la reforma tributaria reducirá en 0,48 puntos porcentuales la tasa de crecimiento potencial de la economía colombiana, lo que incidirá en la tasa de desempleo en cerca de 0,6 por ciento, es decir, una pérdida anual de 132.000 empleos formales.
No entendemos la posición del Gobierno, el cual, en vez de incentivar la industria petrolera, darle garantías y fomentar su inversión, lo que hace es darle la espalda. ¿Es esta la forma de apoyar al que ha sido el motor de desarrollo de la nación, o, por el contrario, lo que se quiere es matar a la gallina de los huevos de oro?
Rubén Darío Lizarralde Montoya
Presidente Ejecutivo, Cámara Colombiana de Bienes y Servicios Petroleros (Campetrol)