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Tomás Uribe

El bueno y el malo

Tomás Uribe
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Tomás Uribe

 

Han sorprendido a la opinión empresarial y editorial las fuertes y frecuentes críticas del Vicepresidente Angelino Garzón al Gobierno del cual forma parte. Muchos las consideran exabruptos inconvenientes que ponen a peligrar la gobernabilidad. Otros se regalan, en cambio, con su estilo ‘contestario’ y de corte popular.

Santos tardó cerca de nueve meses en pedir a unos y otros que cesara toda controversia pública. ¿Por qué?

Contrariamente a su antecesor, quien poco gustaba de la contradicción y en su segundo mandato se rodeó de ejecutores obedientes, Santos la acoge.

Por talante democrático, sin duda, pero también por eficacia. Cuando salieron del círculo íntimo de Uribe los hombres fuertes del primer mandato con suficiente seguridad en sí para llevarle la contraria (Fabio Echeverri, Rudolf Hommes, Roberto Junguito…), la Presidencia se debilitó.

La retroalimentación negativa es útil porque pone a pensar y puede reflejar una corriente de opinión alejada del poder y frustrada por este.

A ello se suma el juego político a veces referido como ‘el bueno y el malo’ (good guy, bad guy).

Dos actores asociados en un mismo proyecto eligen papeles ostensiblemente contrapuestos sin dejar de colaborar el uno con el otro y logran cohesionar a sendos seguidores en pro de una causa común.

Por mucho tiempo, esto hicieron la ex senadora Piedad Córdoba y el centro político del Partido Liberal. En la V República Francesa antes de Sarkozy, el Presidente y su Primer Ministro a menudo jugaban ese rol. Cuando perdía utilidad política la ‘visión alternativa’ del Primer Ministro o este no lograba arrastrar tras de sí a la opinión, se le sustituía.

En algunos regímenes autoritarios, el mandatario hace lo propio con… su Ministro del Interior o de Hacienda, es decir, los dos colaboradores acaso más impopulares a ojos de la opinión.

Este, sin embargo, no es el estilo de Santos. Nunca humilla al colaborador. La Ministra de Educación no ha sido reemplazada por el impasse político de la universidad con fin de lucro y tampoco se quedará Garzón sin funciones por sus contradicciones.

Está de por medio la legitimidad de Garzón, quien viene de la militancia sindical y perdería credibilidad si se le viera como un simple amanuense de Santos. Ello podría incluso deslegitimar el esfuerzo santista de ‘recomponer’ interna y externamente las relaciones del Gobierno de Colombia con sus críticos tradicionales: sindicatos, ONG de DD. HH., izquierda europea y norteamericana.

Total: Garzón está seguro en su nicho, así Santos lo ‘redireccione’ ocasionalmente cuando sus críticas generan demasiada confusión en la opinión.

El que un Presidente le abra un margen de autonomía a su Vicepresidente es conveniente. Eso hizo Uribe con Francisco Santos. Otra cosa es la tenue línea divisoria entre el beneficio político y el desgaste de opinión, pero ni se ha llegado aún a ese punto ni la inteligencia política de Santos permitirá que ocurra antes de bastante tiempo.

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