Durante los primeros años del siglo XIII, los Templarios, una de las órdenes religiosas y caballerescas más importantes de Europa occidental, alcanzaban su esplendor institucional no solo como orden espiritual, sino como entidad empresarial, bancaria y comercial que recibía altos ingresos de la alta nobleza, entre los que estaban los duques, marqueses y condes, y la baja nobleza que se caracterizaba por barones y otros caballeros, quien a modo de absolución de pecados, resolvían el estado espiritual de cuanto poderoso y rico existiese.
Esta institución llegó a poseer fortificaciones inmensas, en las cuales la faceta monetaria de una sociedad creciente, comercial y económicamente hablando, se encaminaba hacia una depresión financiera, en la que el crecimiento de los créditos para los recursos básicos de supervivencia jugaron un papel importante en la curva negativa de la pérdida demográfica y económica, siendo dos conceptos que nunca se deben manejar como separados. En estas fortificaciones, los Templarios llegaron a albergar grandes cantidades de dinero en oro, monedas y joyería, que los caracterizaría como custodiadores de un gran tesoro.
Debido a la pérdida de la moneda física, la alta y baja nobleza y los sectores burgueses comenzaron a implementar tasas de usura altísimas en sus créditos, haciendo que el campesinado se endeudara cada vez más, sin poder pagar sus cuotas periódicas. Esto, produjo impactantes diferencias en las rentas laborales, haciendo que la gente dejara de trabajar para viajar a otros territorios a buscar opciones de mejor calidad de vida.
El valor de la tierra se redujo al 50 por ciento, debido a los problemas de migración; la gente comenzó a enfermarse por circunstancias del clima extremo, causando enfermedades inexistentes y muchísimas muertes, ocasionando una baja importante en la demografía europea. Muchos de estos campesinos, no tuvieron más remedio que enlistarse en ejércitos de órdenes militares y religiosas, con el fin de obtener protección, refugio y comida.
Finalmente, estos factores se desencadenaron en un concepto llamado ‘estanflación’, que comenzó por el centro de Europa, en donde Francia, Italia y España fueron protagonistas, y se propago en todas la direcciones, llegando al norte, hasta la Britania, al sur, hasta el Mediterráneo, y al occidente, hasta Asia.
Según el medievalista económico, Guy Bois, la estanflación se definió como “una coyuntura económica basada en un Estado febril, que mantenía artificialmente el nivel de actividades por el aumento de precios, una especulación incontrolada y el recurso a expedientes de todo tipo”. En la Europa del siglo XIII, esta depresión económica, inició desde un punto central y se expandió de forma circular a los extremos del continente, acabando con más de un tercio de la población europea.
En nuestro país vecino, todos los ingredientes de una estanflación incontrolada existen: por un lado, una presión social sobre una economía agotada e insegura, y, por otro, una inflación que, según su Asamblea Nacional, alcanzó este último cuatrimestre un índice del 92,8 por ciento, y, finalmente, una verdadera fiebre especulativa por el precio de la tierra, que tiene a grandes y pequeños propietarios en quiebra.
Esperemos que la ‘estanflación contemporánea’ de nuestro vecino país no se expanda, pues poco a poco, estamos sufriendo los mismos síntomas.
Luis Felipe Chávez G.
Historiador
lfch1978@yahoo.com
columnista
Una estanflación vecina
Esperemos que la ‘estanflación contemporánea’ de nuestro vecino país no se expanda, pues
poco a poco, estamos sufriendo los mismos síntomas.
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