La mayoría de colombianos no viven y no conocen la realidad del campo. Según el último censo del Dane el 78% de los habitantes del país nos concentramos en las ciudades principales: muchos pasan el día en oficinas con computadores, otros hacen trabajo en las calles y muy pocos han sembrado una planta para producir alimentos. Hoy quiero contarles uno de los muchos capítulos que no se conocen: el de la batalla contra las malezas o malas hierbas, uno de los grandes dolores de cabeza de los agricultores pues estas roban una porción de los rendimientos de los cultivos, disminuyen su rentabilidad y por ende también la cantidad de alimentos disponibles en nuestros platos...
“La caminadora” o “pela bolsillo” así se conoce a una de las malezas más persistentes que ataca los principales cultivos en el Valle del Cauca. El nombre no es en vano, hace unos años las cuadrillas de operarios no alcanzaban a terminar de desyerbar el cultivo, mientras una nueva generación de malezas germinaba en el surco que quedaba a sus espaldas.
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Hoy en día esta problemática es mejor controlada gracias a la disponibilidad de varios herbicidas. Pero tener un cultivo libre 100% de malezas -esas plantas que no deseamos que compitan por agua, luz, nutrientes y espacio- es una tarea casi imposible para los agricultores y esencial en cultivos como el arroz. Solo en este cultivo la inversión en herbicidas en 2017 según el reporte de Procultivos de la Andi, podría haber alcanzado el 49% de la inversión en agroquímicos. Esto se debe a que la lucha contra las malezas es permanente durante el ciclo productivo y en el caso del arroz, pueden llegar a necesitarse cinco controles en promedio.
El control o “quemas” puede comenzar incluso antes de sembrar- 40 a 45 días antes- y un agricultor puede llegar a necesitar hacer hasta tres “quemas” para disminuir la presión de las malezas. Un producto como el glifosato actúa sobre las plántulas de malezas que compiten con el cultivo, pero se degrada por acción de factores climáticos y del suelo, y por eso la necesidad de hacer varios controles en este periodo de tiempo.
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El cultivo de arroz enfrenta malezas de hoja ancha, cyperaceas y gramíneas, dentro de las cuales la mayor problemática es la del arroz rojo. En muchas ocasiones, cuando los manejos de malezas iniciales no son los adecuados es común encontrar cuadrillas de obreros sacando maleza antes de que comience el espigamiento del cultivo- aproximadamente a los 70 días- y faltando poco para la época de cosecha. Si la espiga de arroz rojo completa su ciclo, no sólo se disminuye la calidad del arroz, sino que también se aumenta el banco de semillas de malezas en el suelo, lo que le dificultará al agricultor aún más el manejo futuro de esta problemática. El arroz rojo es temido por su vigorosidad y precocidad, pero sobre todo por el rechazo que genera en la industria arrocera, que lo considera una gran amenaza de contaminación en sus procesos de molienda.
En nuestra experiencia en campo, la productividad del arroz alcanza cerca de 7 ton/ha en zonas de riego del Tolima y 5,6 Ton/ha en algunas zonas de los Llanos Orientales. Fedearroz (2015) estimaba que el arroz rojo “a densidades de 108 y 215 plantas por metro², pueden llegar a reducir la producción entre un 77 y 82%” en un cultivo comercial.
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En materia de eficiencia la ecuación para un agricultor es muy sencilla, 1 kilo de semilla de arroz representa aproximadamente 36.000 semillas; en una hectárea se siembran 150 kilos en promedio, es decir 5.400.000 semillas por hectárea. Suponiendo que germinaran el 100% de las semillas, estaríamos hablando de 540 plantas por mt²; como señala Fedearroz en algunas evaluaciones en campo se logran contar más de 200 plantas de arroz rojo por metro² en ese mismo espacio. Eso significa que para hacer un control manual, un agricultor en 1 hectárea tendría que revisar más de 7 millones de plantas para poder retirar el arroz rojo, sin contar las otras malezas. A esto debe sumarse que una plántula de arroz rojo tiene la capacidad de mimetizarse y no es fácil de diferenciar de una plántula de arroz comercial, así que se debe esperar a que la planta crezca para poder identificarla más fácilmente y eliminarla sin dañar el cultivo. ¿Recuerdan la historia de la “caminadora”? Esa historia se repite cuando sólo hacemos control manual, no se ha terminado de sacar la maleza, cuando ya está surgiendo la nueva cohorte.
En cultivos semestrales como arroz, maíz, soya, papa, sorgo o algodón los controles de maleza en los primeros 30 días luego de la siembra, evitan que se pierda hasta el 33% de los rendimientos futuros de un agricultor, además estos controles preservan la calidad del fruto en el momento de la venta, porque una baja calidad causa un castigo en el precio final el cultivo.
La ciencia detrás de los cultivos está permitiendo tener una agricultura moderna con muchas herramientas como los herbicidas que permiten a los agricultores ser más eficientes y rentables, siempre y cuando estos se manejen de manera oportuna con gran énfasis en la preemergencia y siguiendo las recomendaciones técnicas y de la etiqueta, esto permitirá al cultivo ganar la batalla a las malezas en el momento más crítico.
Tener una agricultura sostenible es una tarea compartida entre la industria de protección de cultivos que debe seguir investigando para poder ofrecer productos cada vez más sostenibles, por el agricultor que debe seguir las recomendaciones técnicas para sacar el máximo provecho de las herramientas protegiendo el medio ambiente, a sus operarios y al consumidor; por la industria de alimentos que cada vez exige mejor calidad de insumos para producir alimentos para el consumidor. Pero el consumidor también tiene un papel muy importante, el de acercarse a los procesos en campo para entender y exigir los mejores alimentos, con conocimiento.
Luis Fernando Vanegas C.
Especial para Portafolio