El especialista en derecho laboral Jaime Cerón Coral publicó en Portafolio.co, el jueves 26 de octubre, una columna titulada ¿Por qué la mayoría de los colombianos no se afilian a sindicatos?
Lea: (¿Por qué la mayoría de los colombianos no se afilian a sindicatos?).
Y creo que esa columna requiere una respuesta, que debería permitir abrir un debate público, informado, respetuoso y razonado. El contexto del conflicto laboral en Avianca es un momento preciso para desatar esta discusión sobre la vigencia de las libertades sindicales en Colombia, o mejor, sobre por qué en Colombia los derechos de libertad sindical no se realizan en la práctica, por qué no hay dialogo social eficaz y por qué persiste la cultura antisindical en nuestro país.
Lea: (Usuarios descalifican labor de los sindicatos en Colombia).
Cultura antisindical expresada en el tratamiento de orden público a los conflictos laborales, en la forma como se informa sobre las huelgas y movilizaciones, la de los pilotos es paradigma del tratamiento que pueden recibir trabajadores sindicalizados cuando se atreven a parar, en el uso de diversas ficciones de contratos no laborales y de “negociación” que aparecen como formas de tercerización pero que realmente buscan impedir la afiliación a sindicatos.
Lea: (¿Qué sería de Colombia sin los sindicatos?).
El doctor Cerón dice que el sindicalismo es un anacronismo por los cambios ocurridos en los últimos años en el mundo del trabajo, lo paradójico de la afirmación es que precisamente buena parte de los países más desarrollados, más innovadores y menos desiguales mantienen altas tasas de sindicalización y sobre todo de cobertura de la negociación colectiva que beneficia tanto a los que están afiliados como a los que no.
Lo segundo que me preocupa de la columna del doctor Cerón es que no logro ver, como él, lo contemporáneas que son las relaciones laborales en Colombia. Como sabemos se genera poco valor agregado y poca plusvalía, la industria está desapareciendo, la productividad promedio es realmente baja porque no invertimos lo suficiente en educación y menos aún en ciencia y tecnología. En consecuencia el 47% de los 22 millones de ciudadanos que trabajan ganan menos que el salario mínimo legal es decir no tienen contratos de trabajo y carecen de protección social, están excluidos y trabajan aislados.
El desempleo juvenil y el de las mujeres es más alto que el promedio, ronda el 15%, personas todas que no tienen como sindicalizarse, que están en sus casas, en las calles en los campos del país vagando sin oportunidades. No veo pues a un país cuya fuerza laboral está dedicada a innovar, a educarse, a desarrollar nuevas tecnologías y que trabaja en esos clubs que son las sedes de empresas como Google en el primer mundo.
Por tres décadas ya, el estado y los empresarios colombianos han recibido diversas recomendaciones, padecido fallos judiciales y debates internacionales, que le han obligado a tímidas reformas legales por el insistente señalamiento de la existencia de instituciones y prácticas que impiden el derecho de asociación, es decir que no hay libertad de asociación, que los ciudadanos que trabajan no se pueden sindicalizar, que millones no tienen opción. Es muy difícil sindicalizarse en Colombia, suele ser un acto de desesperación y no un asunto de la cotidianidad, igual pasa con la negociación colectiva y la huelga, que también son derechos marginales.
Nosotros en la Escuela Nacional Sindical creemos que el movimiento sindical, a pesar de la persecución que padece, tiene más futuro que pasado, porque lo que hay es trabajadores por afiliar, agenda laboral por desarrollar y capacidad de organizar trabajadores, por eso la afiliación sindical ha crecido al menos en 200 mil trabajadores más en los últimos 5 años.
Y sí, debemos reconocer que el sindicalismo colombiano no es perfecto, que debería incluir plenamente a los no sindicalizados en sus acciones y discursos, cierto, que podría hablar mejor con la sociedad, especialmente con jóvenes y mujeres, claro, que debe innovar en sus métodos, también, que nos debilita la existencia de 5 mil sindicatos y no 20 grandes, obvio, pero desde los años 80 se ha venido oyendo la misma cantinela, del fin del trabajo de las sociedad postsalariales, postindustriales y los sindicatos siguen ahí y seguirán.
Dejemos de esperar el final del sindicalismo por jubilación y envejecimiento, eso no va a ocurrir. Por qué mejor no hablan trabajadores y empresarios, ensayemos la paz también en las relaciones laborales. No es prueba de senilidad que las protestas, paros y huelgas por causas laborales se hayan duplicado en Colombia en el último trienio. Es mejor reconocer al otro.
Hace unos días otra publicación económica nacional informaba que los bufetes de abogados laboralistas no daban abasto por el aumento de los conflictos colectivos, las reformas laborales y los temores empresariales. Muchos abogados prefieren un mal pleito a un buen arreglo. ¿No deberíamos intentar mejor el pragmatismo en vez de buscar la sumisión?
Los conflictos laborales y sociales son inherentes a cualquier sociedad democrática, esos conflictos no se resuelven prohibiéndolos, se resuelven acordando soluciones a los problemas y a los intereses diversos que los forjan, reconociendo la dignidad y la legitimidad de los actores de esos conflictos. Acallar, censurar, golpear, mandar al Esmad como únicas alternativas para limitar la protesta es volver por el camino que nos ha llevado a violencias interminables.
Juan Bernardo Rosado Duque
Director de Comunicación Pública
Responsable temático en Diálogo Social
Escuela Nacional Sindical