Una de las voces discordantes en Davos, en medio del entusiasmo que fue la nota predominante en la reunión que terminó ayer, acabó siendo la del Premio Nobel, Joseph Stiglitz. Portafolio habló con él.
¿Cuál es su evaluación de esta cita del Foro Económico Mundial?
Mucha autocomplacencia que se explica porque el crecimiento aceptable está de vuelta y los mercados accionarios se han valorizado. Pero los problemas fundamentales de calentamiento global o desigualdad no están siendo discutidos a fondo.
¿Qué le molestó más?
Me perturba particularmente las posturas de los presidentes de las compañías estadounidenses, no todos aunque sí la mayoría. Al comenzar cada discurso o intervención, hablan de valores y de la importancia del crecimiento incluyente, cuando en realidad celebran el recorte en las tarifas de impuestos que acaba de ser aprobado y la menor regulación.
Las primeras benefician sobre todo a las grandes compañías y a las personas más ricas, mientras la segunda tiene que ver con la protección del medio ambiente.
¿Por qué le cae tan mal esa rebaja?
Porque es la más regresiva que se haya hecho nunca, cuando en Estados Unidos hay 13 millones de personas más sin seguro de salud o gente que se muere en la calle. Esta es una negación de la realidad: la esperanza de vida está cayendo en el que se supone que es el país más rico del mundo. En resumen, lo sucedido aquí es deprimente.
¿Cree que esto se parece a la víspera de la crisis financiera internacional del 2008?
Creo que viene una crisis, pero es menos inminente porque la expansión sigue. Me preocupa que el cambio climático se va a comenzar a notar más y más y realmente estamos haciendo muy poco al respecto.
¿Cómo vio a Trump?
Se supone que Davos celebra los efectos que tiene la globalización en la prosperidad del mundo. Trump viene y la mayoría de los asistentes lo aplaude, cuando él está tratando de debilitar los cimientos de las reglas de juego que existen en el planeta.
¿Se refiere al proteccionismo?
Así es. Los que se reúnen en Davos son los más beneficiados de que exista un libre flujo de productos y capitales en los cinco continentes, pero no parecen tener la voluntad de criticar a la Casa Blanca cuyas señales a la hora de poner barreras son inequívocas.
Esta obsesión en contra de los tratados de comercio es absurda, como si los estadounidenses no hubiéramos intervenido en su redacción.
¿Qué reacción le genera la frase de estos días “América primero no quiere decir América sola”?
Que es una cantidad de basura. Acá hay una manera unilateral de hacer las cosas. Lo han dicho: si hay un fallo en contra de Estados Unidos en la Organización Mundial de Comercio lo pueden ignorar sin problema.
¿Piensa que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, en inglés) tiene los meses contados?
No lo creo porque hay muchos intereses e inversiones en juego. En todo caso, aquí lo verdaderamente importante es la intención de cambiar el régimen comercial por parte de Washington. De manera que el riesgo es mucho más amplio de lo que pueda pasar con México.
Ricardo Ávila Pinto*
Director de Portafolio
*Enviado especial en Davos