Varias composiciones de lugar. El infatigable costado de la plaza principal del pueblo ocupado por café-bares, cada local con bafle propio ‘a todo trapo’ para satisfacer el gusto musical de la variopinta clientela: un restaurante de pretensiones ejecutivas en el sector de la Macarena, en el centro internacional de Bogotá, con parlantes en los cinco espacios disponibles, ofreciendo almuerzos al son de vallenatos, boleros, rock, baladas y/o rancheras (según día o gremio), con el volumen suficiente para hacer imposible cualquier conversación entre más de dos personas que no estén en plan ‘tortolito’ o de baile.
La cara asesina de quien está a cargo de la polifonía cuando se le pide el favor de bajar el volumen.
Las folclóricas chivas que las noches de viernes y sábados rondan los barrios de la capital propalando éxitos bailables en medio de alaridos, dejando atrás con estruendoso efecto Doppler la estela de su dicha.
Los noticieros televisados que envuelven el vértigo con el que escupen titulares en una cortina de ruido musical para mayor confusión y desasosiego; los locutores deportivos que transmiten al desaire partidos de fútbol imaginarios, distintos al que todos estamos viendo, incapaces de dar la única información que sería verdaderamente útil, el nombre del jugador que lleva el balón, y, que para más inri, funden las marcas patrocinadoras a la alharaca.
Creo en el talante de pueblos y naciones, pero también considero que talante e idiosincrasia se forjan y no son inexorable destino. Me parece que el monopolio ilustrado que ejerció la BBC al terminar la Segunda Guerra en el Reino Unido fue un esfuerzo consciente por articular un proyecto nacional que todavía da frutos, verbigracia la reciente suspensión voluntaria, por tres días tras el asesinato de la parlamentaria Cox, de la álgida campaña en torno al ‘Brexit’, precisamente para vacunarse contra la virulencia política que tales hechos pueden y suelen suscitar. Por el contrario, creo que la desfachatez venal de RCN y Caracol, su voraz voluntad de bajar el rasero de la comunicación en aras de sus arcas (con el beneplácito de los gobiernos) ha sido irresponsable y contraproducente. El cuento de que Colombia es pasión y que pasión es gritar hace daño y aturde.
Claro que al país le cabe un tercer canal. Es más, lo necesita, para ponerle sordina al legado del ruido. Basta regular el tiempo permitido por hora para comerciales (en el Reino Unido son siete o nueve minutos por hora, según franja, mientras que aquí superan los ¡23 minutos por hora a cualquier hora!) para meterlos en cintura y, de paso, mejorar en menos de dos años no solo el contenido y la programación de todos, sino la factura general de la publicidad en Colombia.
No por casualidad, tras un reciente periplo por fuera, Héctor Abad señaló que al oír las noticias del país tuvo la impresión de que vivimos “de sobresalto en sobresalto, de alarma en alarma, de emergencia en emergencia (...), cada semana al borde del colapso por un motivo distinto”.
Juan Manuel Pombo
Profesor y traductor
juamanpo@yahoo.com
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El legado del ruido
POR:
Juan Manuel Pombo
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