“Aquí lo único que es comunista es el Partido, la mayoría no tenemos que ver nada con eso”, afirmó un taxista que no quiso dar su nombre al ser preguntado acerca de la reforma constitucional el domingo, de camino al aeropuerto de La Habana. “En los últimos años sí que ha habido cambios, pero el Gobierno advirtió que serían lentos”.
Él, aunque conduce un taxi que arrienda al Gobierno, prefiere no comentar los asuntos de Estado. “Mi padre siempre me dijo ‘no te metas con la política, que la política siempre encontrará la forma de meterse contigo”, asegura, al tiempo que deja claro que como en todos los países, hay cosas por mejorar. “No hay que mirar las flores del vecino, sino las nuestras. Y nosotros tenemos seguridad, salud y educación totalmente gratuita”.
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Pero, bajo el temor de los comerciantes a que llegue la tan esperada ola de calor, que puede espantar a los pocos turistas, principalmente españoles durante el fin de semana, el resto de la capital cubana también parecía ajena este domingo, al igual que el taxista, a lo que trataba el Partido Comunista de Cuba.
El Gobierno, encabezado por su nuevo líder, Miguel Díaz-Canel, estaba aprobando la propuesta de la que sería la nueva Constitución del país y que será llevada a consulta popular a partir del 13 de agosto.
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La nueva Carta Magna, entre otras cosas, elimina del texto la mención a que Cuba es una ‘sociedad comunista’, reconoce la propiedad privada, la inversión foránea y el mercado como una parte más de la economía nacional, se creará la figura del primer ministro, limita el periodo presidencial a cinco años y respeta el matrimonio homosexual.
“Es un cambio meramente simbólico y realista dado que el partido sigue siendo reconocido como el eje central del Estado y la sociedad. A la vez es un reconocimiento de que no van ni quieren avanzar hacia el comunismo”, explica Ted Henken, profesor de sociología y estudios latinoamericanos del Baruch College de Nueva York, sobre la eliminación del ‘comunismo’ del texto.
Por su parte, Mauricio Jaramillo, profesor de la Universidad del Rosario, resalta que “la era de Díaz-Canel se inaugura con un cambio constitucional cuando se vaticinaba que habría una continuidad, lo que demuestra que Cuba sí tiene capacidad de cambio. Aun así, lo cierto es que en Cuba desde hace mucho se dejó de hablar de comunismo, por lo que es aceptar una idea que se había impuesto”.
Pero más allá de la propuesta y los cambios en la Constitución, falta conocer el resultado que tenga. “Es difícil saber si tendrá repercusión inmediata, pero lo que está claro es que cualquier reforma será gradual, con esto empezará una nueva transición. Se podrá ver una mayor acumulación, así como más flexibilidad con la propiedad privada, la inversión y el comercio, y los sectores más liberales se beneficiarán. Los cubanos tendrán más participación en la producción, pero no será una economía de mercado”, dice Jaramillo.
Pero las expectativas en cuanto a los cambios, no son tan elevadas. “Como lo que hemos visto durante los diez años pasados con Raúl, estos cambios son significativos pero insuficientes, no van a cambiar la esencia autoritaria del sistema político. Para mí, lo más importante es lo que no ha cambiado, es decir, que Cuba va a seguir siendo un Estado con un solo partido y que el socialismo sigue siendo irrevocable. Además, no van haber elecciones directas para presidente y las empresas estatales van a seguir siendo predominantes”, indica Henken.
Por lo pronto, hay cambios económicos que se han ido viendo en Cuba y la competencia ya existe: “los restaurantes privados tienen una calidad-precio mucho mejor que los del Estado”, recomienda el taxista.
Rubén López Pérez