Cada vez queda más claro que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, realmente no está confundido acerca de cómo funciona el financiamiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan).
Más bien, no le importa, porque quiere un sistema de seguridad global distinto del actual. Según Trump, Estados Unidos es un encargado de velar por la seguridad internacional que solo protegerá a quienes paguen por ello.
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El mensaje que Trump envió por Twitter el 4 de julio exigiendo que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) baje el precio del petróleo porque "Estados Unidos defiende a muchos de sus miembros por muy pocos dólares" muestra que esto no solo se trata de la Otan.
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Los Estados Unidos de Trump no tienen aliados ni siquiera vasallos. Tienen clientes que pagan por su negocio de la seguridad, como lo hizo el principado de Hesse en el siglo XVIII, cuando alquilaba su sobredimensionado ejército profesional a Suecia, Gran Bretaña, Baviera y prácticamente a cualquiera que pudiera pagarlo.
Durante mucho tiempo, muchos estadounidenses liberales y aislacionistas conservadores se han sentido incomodos con el papel del país como policía internacional, el encargado de hacer cumplir un sistema de reglas sin importar el costo. Preferirían subcontratar la seguridad regional a organizaciones regionales o volver al antiguo sistema de esferas de influencia.
Trump, sin embargo, no está impulsando ninguna de esas versiones del aislacionismo. "No se necesita el presupuesto de defensa de hoy para defender a Estados Unidos", argumentó Newt Gingrich. "Se necesita el presupuesto de defensa de hoy para liderar al mundo. Si uno está preparado para dejar de liderar el mundo, se puede tener un presupuesto de defensa mucho más pequeño".
Trump ha aumentado, y no reducido, el gasto en defensa de Estados Unidos. Y solo quiere que otros países paguen a Estados Unidos por el servicio que supuestamente brinda. Esto no se trata de obligar a los miembros de la Otan a gastar el 2 por ciento de su producción económica en defensa, aunque la administración Trump les ha enviado cartas categóricas en ese sentido en víspera de la cumbre de la organización que se realizara esta semana.
Trump entiende que Estados Unidos no obtendrá mucho de ese aumento de gasto, excepto, tal vez, algunos contratos para suministrar equipos. Incluso un importante acuerdo de armas como el que Trump anunció el año pasado con el líder de la Opep, Arabia Saudita, no sirve como pago por la protección de Estados Unidos.
Lo que Trump quiere a cambio de alquilar el poderío de Estados Unidos son preferencias comerciales y otros resultados económicos favorables para Estados Unidos a mayor escala. El vínculo, en su opinión, es obvio. "Tenemos un déficit comercial MASIVO con Alemania, además ellos pagan MUCHO MENOS de lo que deberían a la OTAN y las fuerzas armadas", tuiteo el año pasado. "Muy mal para EE.UU. Esto cambiara".
Alemania, en otras palabras, debería pagar por la protección de Estados Unidos reduciendo su superávit comercial. El tuit de la Opep establece una relación similar entre la seguridad y un resultado económico que Trump cree que beneficiaría a Estados Unidos: una reducción de los precios del petróleo.
La pregunta, como en cualquier relación transaccional, es si lo que Trump está vendiendo en nombre de Estados Unidos vale el precio que quiere.
De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, Arabia Saudita necesita petróleo a 85 y 87 dólares el barril para equilibrar su presupuesto. El crudo Brent se cotiza actualmente en alrededor de 77 dólares. El Príncipe Heredero Mohammed bin Salman tiene un plan de modernización ambicioso y costoso que sufriría de una falta crónica de financiamiento si los precios del petróleo cayeran. Y, como el tercer país con mayor gasto en defensa del mundo el año pasado después de Estados Unidos y China, Arabia Saudita no necesita mucho en términos de protección externa.
Asimismo, en Alemania, los intereses de los exportadores son mucho más importantes que cualquier preocupación sobre una amenaza militar externa. Los alemanes consideran que el terrorismo es su mayor problema de seguridad, pero que combatirlo es labor del gobierno alemán. Una importante minoría en los estados occidentales de Alemania y una mayoría en los estados orientales consideran que Estados Unidos es una amenaza para la paz mundial. Con estas tendencias de opinión pública, es poco probable que Alemania pague a Trump de la forma en que quiere que se le pague.
Si el enfoque transaccional de Trump moldea la política de Estados Unidos durante algún periodo de tiempo, las ofertas competitivas serán legitimadas. A principios de este año, el presidente ruso, Vladimir Putin, le ofreció medio en broma al presidente francés Emmanuel Macron protección alternativa.
China está en posición de convertirse en un proveedor de seguridad para pequeños estados asiáticos y africanos. ¿Por qué no ofrecer estos servicios más o menos abiertamente si eso es lo que Estados Unidos está haciendo? ¿Y por qué no cobrar significativamente menos que Estados Unidos, dado que, con un gasto de defensa mucho más escaso, las fuerzas armadas rusas y chinas son bastante capaces de cumplir con la mayoría de los desafíos regionales?
Incluso si Trump aún no lo entiende, Estados Unidos no necesariamente será competitivo por mucho tiempo si la seguridad internacional se convierte en un mercado. Pero entonces, tal vez no le importe: después de todo, siempre habrá argumentos aislacionistas a los que recurrir.
Depende del resto del mundo comenzar a planificar un sistema de seguridad global en el que Estados Unidos solo proporcione garantías a un precio alto y que pueda cambiar según los caprichos de un presidente. No es necesariamente lo que depara el futuro, pero parece ser el escenario preferido de Trump.