Cuando un trabajador termina su ciclo laboral y activa su fase pensional, tiene al menos ocho eventos que son importantes analizar porque inciden directamente en su calidad de vida personal y familiar.
Primero, se reduce su ingreso entre 50 y 80 por ciento, como resultado de la diferencia entre el salario y su mesada –llamada técnicamente brecha pensional–. Hay casos de trabajadores que tienen un salario integral de 10’000.000 de pesos mensuales y su mesada será 2’000.000 de pesos.
Otros que ganan 30’000.000, su pensión estará alrededor de los 4’000.000. Segundo, se triplica el costo del Plan Obligatorio de Salud para el nuevo pensionado, pasando de pagar 4 por ciento de su salario de cotización cuando era empleado, a asumir el 12 por ciento del valor de la mesada.
Tercero, si la empresa en la cual trabajaba le subsidiaba una parte del plan complementario de salud, al retirarse deberá pagar el 100 por ciento del costo de la póliza. Cuarto, por la edad se incrementa la necesidad de medicamentos, por tanto, deberá destinar mayor cantidad de dinero para la compra de estos, pues, en muchos, casos no son cubiertos por la EPS.
Quinto, el valor de las primas de los servicios de salud adicionales después de los 65 años de edad, crece exponencialmente. Sexto, en muchas familias el ingreso del padre es el único, porque la esposa no trabaja y los hijos aún se están terminando de educar.
Séptimo, si fallece el pensionado y tiene un hijo discapacitado, la mesada que recibiría la familia también se vería afectada por el gravamen. Octavo, en Colombia los pensionados tienen tarifa plena para muchos servicios, es decir, no acceden a condiciones preferenciales que alivie sus bolsillos.
Lo anterior significa que, de una parte se le reduce el ingreso al pensionado y, de otra, tiene un aumento severo de gastos esenciales. Sin duda, la situación no es fácil para un jubilado.
Es por esto que no comparto que se graven las mesadas, menos desde un valor de cuatro millones de pesos, aproximadamente. Pienso que el Estado debe buscar recursos en otro colectivo, pero no en los pensionados, excepto en aquellos que devengan mesadas superiores a los 15 millones de pesos, como congresistas y magistrados.
En mi opinión, a ese público en particular sí se les debería aplicar un tributo, porque son mesadas para muy pocos, que financiamos todos los colombianos, siendo un gran ejemplo de inequidad social.
En cambio, a la mayoría de pensionados de este país, que sufren las reducciones en su ingreso, no se les debe desmejorar su condición de vida, más cuando entran a una etapa de mayor vulnerabilidad, soledad y necesidad de protección del Estado.
Igualmente, me preocupa que nos pase lo mismo que con el cuatro por mil, el cual, inicialmente, era un menor impuesto y por un periodo determinado. Es poco probable que, en el mundo, un gobierno renuncie a un ingreso, por lo tanto reduzca impuestos.
Por esa razón, el tributo a las transacciones financieras se ‘consolidó’ subiendo la tarifa a la actual, además se transformó de temporal a definitivo. Me inquieta, también, que se empiece gravando las mesadas de cuatro millones y después se repita la misma historia del cuatro por mil, extendiendo el tributo a las mesadas inferiores.
De otra parte, recordemos que el anterior gobierno prometió, en su segunda campaña presidencial, reducir del 12 al 4 por ciento el cobro del POS; al aprobarse la ley esta fue objetada por el mismo Santos y su Ministro de Hacienda, aduciendo el gran costo fiscal que implicaba.
Así las cosas, no nos puede suceder lo mismo con un hipotético impuesto a las pensiones, que se prometa no gravar las mesadas inferiores y con el tiempo se extienda a muchas más personas de menores ingresos.
No quiero sonar con un discurso populista, estoy convencido de que se deben buscar los recursos para financiar los programas sociales. Creo que quienes más ganen deben tributar más, como un principio natural de solidaridad de cualquier sociedad civilizada.
Lo que no comparto es que se busque el recaudo en personas que no tienen muchas opciones de emplearse nuevamente, lo cuál les impide buscar nuevos ingresos; ciudadanos que son frágiles y que justamente necesitan ser cuidados.
Es probable que en el equipo técnico del Ministerio de Hacienda no tengan edad para entender los dramas de los adultos mayores, ni lo que llamo ‘conciencia pensional’, y solo les importe conseguir los recursos por la indicación misional de su laboral.
Debe existir equilibrio para no afectar a un grupo poblacional que, además, es altamente probable que viva muchos años, como resultado del crecimiento exponencial del envejecimiento –ratificadado recientemente por el Dane en el Censo–.
Mi invitación al Gobierno y al Congreso de la República es a explorar otras fuentes de financiación, pero no en las mesadas que reciben los pensionados, con la excepción citada de quienes tienen exageradas mesadas.
Marcelo Duque
Ph. D. - Director de Cómo me Pensiono