Las multas siguen creciendo, y las compañías también. La impresionante sanción antimonopolio de la UE de 4.300 millones de euros en contra de Google por abusar de su poder en el mercado de la telefonía móvil fue casi el doble de lo que se le cobró a Google el año pasado por favorecer los resultados de búsqueda de su servicio de compras frente a sus competidores.
En ambos casos, la cuestión central fue la forma en que Google usa el poder de su enorme ecosistema - tiene alrededor de 90% de los principales mercados de búsqueda de la UE y Android se utiliza en más de 80% de los teléfonos inteligentes del mundo para eliminar su competencia.
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Google está apelando esta decisión, y presentará argumentos técnicos, con diversos grados de mérito, para demostrar que no es un monopolio. Pero el caso también arroja una luz incómoda sobre la concentración de poder en un pequeño grupo. El oligopolio que ha resultado es el gran desafío económico y político de nuestro tiempo.
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Varias investigaciones de los últimos años muestran que las tasas de concentración y ganancias han aumentado en la mayoría de las industrias de EE. UU. desde la década de 1990. Jason Furman, exdirector del Consejo de Asesores Económicos, afirmó que este fenómeno podría indicar el surgimiento de barreras de entrada a algunos mercados.
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El académico David Autor ha relacionado la misma consolidación con una disminución en la participación de los trabajadores en la economía. También hay evidencia de que un grupo de compañías ‘superestrella’ está superando a las demás empresas, no sólo en términos de ganancias sino también de productividad.
En un documento publicado el mes pasado, los economistas de la Ocde vincularon la difusión insuficiente de las nuevas tecnologías con un crecimiento débil de la productividad. Las compañías más grandes, particularmente en los sectores de la economía conectados digitalmente (tecnología, finanzas y medios), son muy productivas. Las demás, no tanto. El resultado es que el crecimiento económico en su conjunto sufre.
Los investigadores están ocupados revisando las causas de esta centralización del poder. Sugieren que el cambio de una economía “tangible”, basada en bienes físicos, a una apoyada más en intangibles, como la propiedad intelectual, las ideas y los datos, ha acelerado la concentración.
Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Google son un ejemplo de cómo el efecto de la red respalda a los grupos dominantes y les permite aislar a los usuarios y sus datos. La afirmación de Google de que “la competencia está a sólo un clic de distancia” es una promesa hueca; si por alguna razón el sitio se cayera, nuestra reacción probablemente sería tomar un descanso y esperar a que vuelva.
Otra causa de la concentración corporativa es la “captura política”. EE. UU. desarrolló la política antimonopolio moderna y siempre critica a la antigua Europa ‘estatista’. Pero un estudio muestra que los mercados de la UE son, de hecho, más competitivos. Tienen niveles más bajos de concentración, menos beneficios extraordinarios y menos barreras a la entrada.
El estudio revela que el creciente cabildeo político en EE. UU. es la razón clave por la que los niveles de concentración entre las dos regiones han divergido desde 1990. “Las instituciones europeas son más independientes que las estadounidenses”, dice. “Implementan las políticas pro-competencia con más fuerza que cualquier país individual”.
Esto sirve como un claro contrapunto al argumento utilizado a menudo en Silicon Valley de que los europeos no tienen un ‘gigante’ de internet porque simplemente no son innovadores. Al parecer, los estadounidenses han olvidado que fue un científico informático británico, Tim Berners-Lee, quien inventó la red informática mundial (WWW) mientras estaba en Cern, el laboratorio de la UE de investigación en física.
El hecho de que Margrethe Vestager, la comisaria de competencia de la UE, no se ha visto intimidada por los recientes esfuerzos de cabildeo de Google para cambiar las leyes de derechos de autor en Bruselas, es un gran punto a su favor. Será interesante ver si EE. UU. sigue su ejemplo.
Joseph Simons, presidente de la Comisión Federal de Comercio (FTC), ha prometido una aplicación “vigorosa” de las leyes antimonopolio que incluirá audiencias a finales de este año sobre temas como la competencia y la protección al consumidor. Serían las primeras del tema desde 1995.
Makan Delrahim, el jefe de la división antimonopolio del Departamento de Justicia de EE. UU. cree que “los datos son un activo importante”. Si bien no se opone a los modelos de negocio o la negociación de tratos de las grandes empresas de tecnología, le preocupa el abuso de poder. Uno de sus fundamentos es el caso contra Microsoft de finales de la década de 1990, en el que la compañía fue declarada culpable de usar su monopolio del sistema operativo para sofocar a competidores como Netscape y otras compañías de software.
Los críticos creen que el comportamiento de Google es similar al de Microsoft. Los reguladores en ambos lados del Atlántico tienen que lidiar con la situación.
Rana Foroohar