Aunque Robiro Ocampo conocía el oficio de la zapatería desde los trece años cuando su padre le enseñó, fue hasta el año 2002 que fabricó su primer par de zapatos de baile. En ese momento nació D’Raso, la empresa colombiana pionera en manufacturar calzado exclusivo para bailar.
“D’Raso surgió como empresa sin que yo mismo lo supiera porque cuando hice mis primeros zapatos de tango, los hice para mí. Yo daba clases en academias en esa época y necesitaba un calzado que fuera más cómodo, pero en Colombia no existían los zapatos de baile, no había quien los confeccionara. Eran muy pesados o muy duros, no respondían a las necesidades de un bailarín”, relata Robiro Ocampo, propietario de la compañía.
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Los primeros clientes de la empresa fueron sus compañeros de ensayo y con el paso del tiempo D’Raso se fue consolidando formalmente, “pero nunca me imaginé que se convertiría en lo que es hoy en día”, comenta.
Junto a su esposa, Sandra Ruiz, dirigen el negocio en el que se producen aproximadamente 500 pares de zapatos al mes, todos elaborados de forma artesanal y con insumos nacionales, de los cuales el 60% son para bailar tango. Su producto estrella.
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El 40% restante se distribuye entre calzado para flamenco, ballet, salsa, jazz y una linea de práctica que tiene apariencia de zapatillas deportivas pero que cuenta con una división en la parte media de la planta del pie, que le permite a los bailarines tener mayor flexibilidad y cansarse menos durante los ensayos.
“Cada baile requiere un tipo de zapato específico. Los de flamenco, por ejemplo, son cerrados, duros y tienen tachuelas que producen un sonido. Los de tango, en cambio, deben ser suaves, muy flexibles, vistosos para destacar los movimientos de los pies y al mismo tiempo resistentes, para que las costuras o el tacón, que es puntilla en el caso de las mujeres, no se vayan a romper al hacer algún salto o figura”, explica Ocampo.
Aunque D’Raso fabrica zapatos por tallas, uno de sus diferenciadores es el de ofrecer servicio personalizado, en el que cada zapato se hace a la medida del pie del cliente y con las especificaciones que sean necesarias, ya que algunas personas pueden compartir el número de talla pero tener dedos más largos o empeine más ancho, lo que influye en la comodidad y la confianza al momento de bailar. Por esta razón, la producción de la empresa no se hace en masa.
Gracias a la calidad de los productos lograron posicionarse a nivel nacional y, desde hace algunos años, ingresaron al mercado internacional. Actualmente exportan calzado a Estados Unidos, Inglaterra, España, Países Bajos, Canadá, Australia, Francia y Ecuador, la mayoría, para bailar ritmos porteños.
“Por las características de la fabricación artesanal, no exportamos volúmenes tan grandes como lo podría hacer una empresa de otro tipo de calzado. Sin embargo, lo hacemos muy frecuentemente y son los mismos extranjeros los que nos buscan y se convierten en distribuidores”, explica Ocampo.
En promedio, unos zapatos de tango de la marca cuestan $190.000 en el país, pero estos mismos son vendidos por 180 dólares en Estados Unidos o por 90 euros en Europa, un precio que aunque superior al colombiano, es inferior al de empresas argentinas.
Así, las creaciones de Robiro y Sandra han logrado pisar escenarios internacionales de mucha relevancia, como es el caso del Mundial de Tango de Buenos Aires o de numerosos festivales en los cinco continentes.
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