“Construir una carretera 4G requiere de mucho tiempo, vale billones y no beneficia a quienes más lo necesitan porque no llega a los lugares más apartados”. Esto dijo Alfonso Ávila, presidente de Easyfly y fundador de Aerorepública, ahora Copa Airlines Colombia, en entrevista con Portafolio.
De acuerdo con el empresario, las características geográficas del país, la escasa infraestructura y la falta de diálogo entre el Estado y las aerolíneas son algunos de los factores que dificultan la conectividad en el territorio nacional.
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¿Por qué opina que se le debe invertir más a la conectividad aérea?
Desde pequeños nos enseñaron que tener las tres cordilleras atravesando el país es una de las bendiciones naturales más grandes que tenemos y, si bien es cierto en términos ambientales, no lo es en términos de movilidad.
El hecho de que nuestro territorio sea montañoso hace que sea muy complicado construir carreteras, no es como en otras partes del mundo donde el terreno es plano en su mayoría. Además, la exploración seria del transporte fluvial se abandonó hace muchos años, entonces lo único que nos queda, que es efectivo y con el que se pueden ver resultados de manera rápida, es el transporte aéreo.
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¿Tiene ejemplos de lugares donde son menos convenientes las vías?
Uno de los ejemplos más claros es el de la ruta Quibdó - Medellín, en el que por tierra una persona se demora 12 horas viajando, sin contar con los derrumbes que se ven frecuentemente y que los pueden retrasar más. En cambio, en avión se gastan de 25 a 30 minutos.
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Otra ruta es Cúcuta - Arauca, que por tierra se puede tardar de 12 a 16 horas, ya que se debe viajar solo por territorio nacional y eso implica más el trayecto, mientras que el vuelo se demora 30 minutos.
También está el caso de Barranquilla y Valledupar, pues aunque la distancia entre ciudades no es tan grande como en los casos anteriores, y en bus se gasta 5 horas aproximadamente, mucha gente necesita ir y volver el mismo día, por lo que la mejor alternativa es el transporte aéreo.
Cuando abrimos esta ruta nos dimos cuenta de que tenía más demanda de la que imaginábamos porque anteriormente la gente debía hacer conexión en Bogotá y devolverse.
Entonces hemos descubierto que hay destinos en los que se cree que no existe la necesidad de crear vuelos directos hasta que los probamos y funcionan. Si la gente no viaja no es porque no lo necesite, sino porque no le sirve tener que hacer escalas.
A nivel de infraestructura de aeropuertos, ¿Cuáles son las limitaciones?
Para realizar vuelos a nivel regional la dificultad más frecuente que encontramos es la falta de infraestructura, o que esta no cumple con los requisitos de la aviación regular.
Esto quiere decir que hay pistas que son muy pequeñas en las que un avión comercial no puede operar, a pesar de que las aeronaves de nuestra compañía son de las más pequeñas, de 50 sillas en promedio, precisamente porque conocemos las condiciones del mercado.
Otro factor es la resistencia del pavimento, que no siempre es óptima y debe soportar a un avión de al menos 15 toneladas.
También hemos visto que en algunos lugares no hay personal de bomberos capacitado para la función o que no hay carro, como pasaba en Bahía Solano, que lo tuvieron que llevar por aire y luego por mar. En este caso, por ejemplo, estamos esperando que capaciten a las personas para poder abrir nuestras rutas.
Adicionalmente, hay aeropuertos donde no tienen facilidades para cargar combustible, lo cual encarece la operación y por lo tanto el servicio, porque se hace necesario llevar el combustible desde el punto de origen, como también pasa en Bahía Solano.
¿Qué se necesita para cambiar este panorama?
Yo creo que, a pesar de que se han hecho avances e inversiones en materia de aeropuertos, es necesario hacer dos cosas: en primer lugar, que esto se incluya en el Plan Nacional de Desarrollo para que se le de la relevancia necesaria y, en segundo lugar, que el Estado se siente a dialogar con las aerolíneas.
Uno no puede tener un ‘negocio’ e ignorar a los clientes, y sucede que en este caso nosotros somos los ‘clientes’ porque somos quienes operamos las rutas y sabemos qué es lo que necesitamos. No tiene caso que hagan inversiones sin hablar antes con nosotros.
Hay aeropuertos que se hacen y no se usan, el de Tunja es uno de esos ejemplos. Entonces se invierten sumas de dinero que en la práctica se pierden.
También se ven situaciones en las que se construye una pista de 1.100 metros y resulta que se necesitan 1.200 metros para poder aterrizar un avión comercial.
Entonces lo que se requiere es organización y buscar que la infraestructura se diseñe de forma concertada para aprovecharla al máximo y garantizar el derecho a la movilidad de los colombianos, ya que incluso hay poblaciones a las que no se puede acceder por carretera, como por ejemplo Guapi en el Cauca.
Entonces, ¿Cómo han logrado operar en las regiones?
Básicamente nuestra estrategia siempre ha sido adaptarnos a las condiciones del país y no esperar lo contrario. Por esa razón nuestros aviones son pequeños y tienen una capacidad de sillas limitada frente a otro tipo de aeronaves que se utilizan frecuentemente.
Pero estas características nos permiten movilizar un avión más veces en un día y, por tanto, ofrecer más horarios y más destinos.
A pesar de esto, hay lugares a los que quisiéramos ir o que las mismas agremiaciones, cámaras de comercio y alcaldías nos piden que abramos rutas, pero no podemos por el problema de infraestructura.
Adicionalmente, es importante señalar que esto no solo se trata de transportar pasajeros, sino de que la conectividad tiene un efecto multiplicador. Cuando unes a las regiones, se abren otro tipo de oportunidades, que no son un efecto directo pero están ligadas.
Adriana Leal Acosta