Cuando yo crecí siempre me decían que tenía que aprender inglés. Hoy, todos los niños y jóvenes que quieren triunfar profesionalmente no solo deben saber inglés, sino un tercer idioma. Pero este no es uno de los tradicionales. Me refiero a lenguajes de programación informática como HTML, JavaScript, Ruby o Python, para mencionar algunos.
Para algunos de ustedes, esto puede sonar absurdo o extremo. Los entiendo. Solo déjenme contarles: la velocidad con la que nuestras vidas y sociedad están cambiando por las innovaciones y adelantos tecnológicos es exponencial, siendo el motor de estos cambios la programación de software. El desarrollo de los apps en su iPhone, los juegos de consola, las redes sociales, los nuevos carros, el sistema bancario, entre otros, todos dependen de programadores hábiles, creativos y bien formados.
El informe ‘El futuro de los trabajos’, que el World Economic Forum publicó a principios de año, resaltaba la computación como uno de los sectores en los que habrá más trabajos en los próximos años.
La demanda por buenos programadores es altísima, y así de bien ganan, por lo que hoy hay un boom global de academias y programas orientados a enseñar a niños y a adolescentes a programar, o como se dice informalmente, a echar código.
Uno de los más populares es Code.org, una organización en Estados Unidos, respaldada por figuras como el presidente Obama, que impulsa la computación y el aprendizaje de la programación a través de ‘La hora del código’. Su fundador, Hadi Partovi, dice que todos los colegios deben enseñar ciencias de computación, y sostiene que es tan esencial como “aprender sobre la gravedad o las moléculas, la electricidad o la fotosíntesis”.
Otra iniciativa que ha tenido mucho impacto es Scratch, un lenguaje visual de programación creado por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) para niños entre 8 y 16 años. Utilizando Scratch, niños de todas partes del mundo han aprendido a crear y compartir en esa comunidad sus propias historias interactivas, juegos y animaciones.
El sistema de escuelas públicas de Chicago espera que en tres años las ciencias de computación sean un requisito de graduación en sus 187 colegios de secundaria.
Aprender a programar trae enormes ventajas, como la facilidad de encontrar empleo; algo crucial en América Latina, donde hay más de 20 millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, siendo Colombia el segundo país de la región con más ‘ninis’.
También permite que los jóvenes se involucren en aportar soluciones a problemas cívicos como sucede con ‘CodeandoMexico’, o que las niñas accedan a oportunidades profesionales que hoy no tienen. Un buen ejemplo es el de ‘Laboratoria’, un programa de formación en desarrollo web para mujeres jóvenes con limitaciones económicas que nació en Lima, que ha recibido múltiples galardones y ya opera en Santiago de Chile y Ciudad de México.
En Colombia, Microsoft y el Gobierno impulsan la iniciativa ‘Yo puedo programar’, para jóvenes entre 15 y 25 años. Ahora, necesitamos impulsar con determinación la enseñanza de las ciencias de la computación a todo nivel.
Los colegios y universidades, fortaleciendo y ampliando estos programas; las empresas apoyando academias e iniciativas de enseñanza de código; la sociedad civil impulsando los coding bootcamps o programas como Girls Who Code.
Andrés Cavelier
Consultor en comunicaciones
columnista
Todos, ¡a echar código!
Necesitamos impulsar con determinación la enseñanza de las ciencias de la computación a todo nivel.
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Andrés Cavelier
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