Las críticas de las cuales ha sido objeto el Departamento Nacional de Planeación en los últimos años, con respecto a la pérdida de su carácter técnico, resultan coincidir con los incesantes problemas y contratiempos que sufren en general los proyectos de inversión nacional.
Solo por citar un ejemplo, hace poco se anunció que la megaobra del túnel de La Línea sufrirá nuevos retrasos y su entrega no podrá concluirse sino hasta mediados del próximo año.
Por lo tanto, a juzgar por la evidencia, pareciera cada vez más relevante preguntarse sobre la capacidad real que tiene el Estado colombiano para llevar a cabo eficiente, efectiva y eficazmente los proyectos, y prestar los servicios que colectivamente se han priorizado.
Algo parece estar desarticulado que simplemente impide concretar buenas intenciones en la materia.
Una pieza, de muchas otras que son claves en esta ecuación, está posiblemente relacionada con el aislamiento técnico y científico que sufre la organización pública y que, muy a nuestro pesar, sufren incluso aquellas entidades que en principio constituyen el motor de la innovación y el conocimiento en el Estado.
En contraste, es curioso ver cómo en la empresa privada los centros de investigación y desarrollo en casa son elementos indispensables para operar, o cómo en países catalogados como desarrollados, además de los enormes programas de investigación con los que cuentan muchas de sus entidades públicas, la academia y el Estado trabajan cooperativa y rigurosamente en los asuntos públicos.
En Colombia, la investigación rigurosa de lo público pareciera estar relegada a un tema de la academia, que en muchos casos cuenta con poco o nulo impacto en las operaciones públicas.
Son contados los proyectos de investigación que alimentan la toma de decisiones, y muy escasos los gerentes públicos que sacrifican la oportunidad por los procesos de transformación con efectos duraderos.
Bajo las reglas del juego actuales, la investigación y el conocimiento de lo público son desplazados en muchos casos por la urgencia, y en algunos otros por la improvisación.
El resultado, estructuras estáticas diseñadas para escenarios fuera de la coyuntura actual y con resultados que en muchos escenarios resultan muy pobres. Es muy difícil conducir adecuadamente proyectos de envergadura sin el debido conocimiento, el diseño y la estrategia que requieren las operaciones en un mundo que cambia continuamente.
En conclusión, conviene hacer un llamado –a propósito de la contienda electoral que se avecina– a debatir no solo los profundos, y en muchos casos etéreos, postulados de la política pública, sino también a mirar el cómo del asunto, la forma y los medios para volver las promesas realidades.
La improvisación en lo público es quizás la peor estrategia en el largo plazo, aun cuando persiga fines loables.
La implementación de políticas públicas basadas en una disciplina de estudio, científico y riguroso, es una inversión que tomará esfuerzo y oportunidad, pero que podrá hacer la diferencia en la eficiencia, efectividad y eficacia del Estado en el mediano y largo plazo.
Andrés Jola Sánchez
Instructor asociado
Kelley School of Business, Indiana University, EE. UU.