Este es el primero de varios artículos en los que analizaremos el comportamiento de las importaciones colombianas, tanto las totales como por naciones, para tener elementos de juicio sobre la problemática que está aquejando a la industria del país.
Es claro que la situación de la industria pasa por la revaluación y la infraestructura, entre otros, pero aquí veremos solo el tema de la competencia importada y la política comercial, pues satanizar los acuerdos de libre comercio per se, sin cifras y hechos, no permite un diagnóstico objetivo y, por lo tanto, no contribuye a soluciones.
Hay que dejar en claro que no están vigentes los TLC negociados con la Unión Europea y Corea, los únicos suscritos por este Gobierno. Tampoco hay TLC con Panamá, Turquía, Japón, Costa Rica e Israel, países con los que apenas se viene negociando a diferentes ritmos.
A la fecha, solo los TLC con EE. UU. (mayo del 2012), Canadá (agosto del 2011) y EFTA (Suiza y Liechtenstein en julio del 2011) han entrado en vigencia en el Gobierno de Santos, pero fueron todos negociados entre el 2004 y el 2010. Los demás acuerdos vigentes vienen de atrás: la Comunidad Andina de Naciones (hoy Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia, y antes Venezuela), cuya liberación comercial comenzó en 1992; los TLC suscritos con Chile y México en 1994 y vigentes desde 1995; Can-Mercosur, en el que Colombia tiene listas de desgravación con Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, en vigor desde el 2006; y el TLC con los países del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y el Salvador) desde el 2009.
Todos fueron negociados por otros gobiernos, y es claro que han sido producto de una política de Estado y no de un gobierno. El actual Presidente lideró como Ministro de Comercio Exterior los acuerdos con la Comunidad Andina, Chile y México. Si se considerará que nuestros males son producto de los TLC, no procede la discusión típica e inútil de ‘quién tiene la culpa’. Seríamos todos.
Antes de entrar a ver el origen de este crecimiento importador, es necesario ver qué productos han crecido más, sobre todo porque el TLC con EE. UU. entró en vigencia en mayo del 2012.
Las importaciones colombianas en valores CIF (costo, seguro y flete o puesto en el puerto de llegada) fueron de US$58.600 millones en el 2012, 7% por encima del 2011 (US$ 54.700 millones). Exactamente US$3.950 millones de crecimiento en importaciones, de los cuales US$1.800 millones o 46%, corresponden al capítulo 27 (combustibles minerales, aceites minerales y productos de su destilación), específicamente la partida arancelaria 2710, aceites de petróleo excepto los crudos (más exactamente gasolinas para diferentes medios de transporte, fuel oil, gasoils, etc.), productos cuyo arancel es 0% para todo el mundo. Es decir, 46% de lo que crecimos en importaciones de un año a otro es para suplir el déficit de refinación de gasolina o aceites, y su arancel no tiene nada que ver con el TLC.
Mejor aún, US$1.261 millones fue el incremento aportado por EE. UU. en esos productos. Si las importaciones totales de EE. UU. crecieron solo US$469 millones en el 2012 vs. 2011(3%), es evidente que cayeron las importaciones originarias de EE. UU. a Colombia de muchos otros productos para poder compensar este crecimiento en la compra de gasolina. ¿Qué tienen que ver los combustibles con los TLC? En mi próxima columna empezaremos a identificar estas dinámicas por productos y países.