El jueves 24 de octubre de 1929 se ofrecieron en venta 13 millones de acciones en la Bolsa de Nueva York ante una demanda casi nula y las cotizaciones cayeron 50%. Se cerró la Bolsa y el martes siguiente se ofrecieron 33 millones de acciones y los precios siguieron cayendo, de modo que los títulos de deuda pública y las acciones de empresas y ferrocarriles perdieron 80% de su valor y por ello sus poseedores perdieron 450.000 millones de dólares.
La inversión privada por su parte se redujo al 10% desde el nivel de los años veinte y la tasa de desempleo subió de 3,2% en 1919 a 25% en 1933, el PIB se redujo a la mitad en ese mismo período, los salarios cayeron a menos de la mitad, 9.000 bancos se quebraron y 9 millones de cuentas de ahorro se perdieron en tanto que 85.000 empresa se quebraron. (Bussinessweek sept 3/79).
Las acciones deben reflejar el estado técnico, financiero y de ventas de una empresa; subiendo o bajando. Pero entre 1922 y 1929 la inversión creció por encima del 6% y la producción manufacturera creció al 9%, pero las acciones aumentaron su cotización por encima del 10%, en una evidente euforia que la crisis se encargó de frenar.
Los problemas comenzaron el miércoles 23 de octubre cuando la bolsa de Nueva York bajó un 7%; esta caída alarmó a los inversionistas, y se vendieron casi dos millones y medio de acciones en una hora. Al día siguiente, las personas se acercaron al mercado para vender sus acciones, pero parecía no haber compradores y las acciones cayeron hasta 30%. En este momento, magnates de las finanzas como Charles Mitchell y John Rockefeller decidieron comprar acciones de las empresas supuestamente más confiables (Blue Chips), para así devolverles credibilidad y que las acciones retoman su curso ascendente. Esta solución funcionó por unos pocos días, pues el martes 29 de octubre la Bolsa tuvo su desplome más fuerte, el cual no paró hasta enero de 1930, cuando la Bolsa tocó fondo.
Ello planteó la pregunta obvia: ¿por qué se generó esta crisis?
Según Keynes, la crisis se debe a una falta de demanda agregada, lo cual prueba el incumplimiento de la ley de Say, según la cual toda oferta, al generar empleo e ingresos, causa su propia demanda. Pero cuando se empezó a percibir que la producción no se estaba vendiendo fluidamente, se dejó de invertir y comenzó a aumentar el desempleo causando una disminución en las ventas. Por ello comenzó a caer el precio de las acciones, en especial de electrodomésticos y de automóviles, que eran los motores de la industria estadounidense de la época y en esas condiciones las empresas redujeron la inversión.
Milton Friedman , por su parte, ofrece una interpretación alterna a la de Keynes, y sostuvo que hubo un mal manejo en la política monetaria. En su libro The Great Contraction 1929-1933 escrito con Anna Jacobson Schwartz, habla de la ineptitud de la política monetaria, pues por su falta de experticia, no pudo preveer ni responder oportunamente, en la dimensión necesaria, a una crisis de liquidez.
Según Friedman, en los años 20 la Reserva Federal era fuerte y lograba controlar los fenómenos monetarios; pero durante la crisis (específicamente en los años 1929 y 1933) esta institución se mostró débil y sin capacidad de reacción frente a una evidente crisis de liquidez, la cual generó pánico, ya que los bancos no podían garantizar los depósitos de los ahorradores. Al extenderse la incertidumbre se produjo un ataque al sector bancario por el retiro de depósitos pero los bancos no tenían liquidez para garantizar los ahorros, generandose la quiebra de muchos bancos. De acuerdo con Friedman, fueron 439 bancos los que cerraron en 1929 y 934 tuvieron que detener sus operaciones en 1930.
Friedman dice que Benjamin Strong Jr., fundador y presidente de la FED desde Octubre 5 de 1914 hasta Octubre 16 de 1928 supo imponer su visión sobre el manejo monetario, y cree que hubiese sido la persona adecuada para enfrentar la crisis. En cambio su sucesor, George L. Harrison, no logró controlar la junta monetaria de la Reserva Federal, pues las decisiones que se tomaban en Nueva York eran rebatidas por los demás bancos pertenecientes a la junta de la Reserva Federal. En suma, se trató de una crisis de demanda según Keynes, pero es interpretada por Friedman como una crisis de liquidez.
La política de intervención estatal con ampliación del gasto para construir obras públicas intensivas en mano de obra ( hacer huecos y luego taparlos), incluso usando emisión monetaria inorgánica para financiarlas, pasó a la historia como una alternativa de emergencia; pero aunque Keynes postuló esa política como una medida anticíclica utilizable solo en períodos de recesión, el uso y abuso de esa estrategia en cualquier momento generó déficit fiscal e inflación, las cuales desacreditaron dichas políticas.
No cabe duda de que para enfrentar la crisis hipotecaria de 2008, la segunda mayor crisis en la historia del capitalismo, el gobierno de Obama volvió a usar ese instrumental emitiendo títulos del tesoro que la FED compró emitiendo generosamente dólares para fiananciar el gasto público. Por esa vía el desempleo descendió de 10% a 4.5% en un lustro y ello permitió la reelección de Obama.
¡Las lecciones siguen vigentes!
Beethoven Herrera Valencia
Profesor, universidades Nacional y Externado.
Con colaboración de Nicolás Chávez.