Dicha conferencia reunida por seis meses intentó definir el orden internacional que seguiría a la Primera Guerra Mundial y asegurar la paz, pero tras dos décadas la guerra volvió, y con los mismos actores.
No cabe duda de que el Tratado que le aplicó a Alemania una ‘paz cartaginesa’, dejó sembrada la semilla de la crisis y guerra posteriores.
En el balance de Versalles, The Economist considera que la debilidad, vanidad y revanchismo cegó a los Aliados de la entente, quienes no lograron prever cómo las sanciones económicas envenenarían las relaciones europeas. Y recuerda que Sir Eric Campbell Geddes, propuso que Alemania: “sea exprimida hasta que salgan las semillas” de modo que Estados Unidos, Inglaterra y Francia, impusieron un castigo tan severo que aplastó a la frágil república de Weimar. (The Economist, julio 6/19 ).
Hitler, elegido canciller en 1934, convocó a desconocer las cláusulas del Tratado, ocupó los territorios vedados, rearmó al país y tras invadir a Francia la obligó a firmar la rendición, en el mismo vagón donde se selló la derrota alemana de 1919.
Keynes, quien hacia parte de la delegación británica en Versalles, se opuso a las sanciones, no solo porque consideraba que Alemania afectada por el conflicto estaría en incapacidad de pagar, sino que al castigarla se hería su orgullo de tal manera que podría generar revanchismo.
La revista inglesa estima la sanción impuesta a Alemania en 160% del PIB del país y le parece comparable con la actual deuda pública inglesa, pero ello no parece una comparación válida, pues se trataba de un país que salía de una guerra.
The Economist considera que las reparaciones no ahogaron la economía alemana, pese a la hiperinflación de 1921-23 y a los cambios en el mapa de Europa, pues Alemania producía en 1927 un 30% más de hierro y 38% más de acero que en 1913.
Frente a la creencia de que los defaults y las reestructuraciones impuestas a Alemania fueron excesivas, The Economist sostiene que el comportamiento de Alemania tuvo que ver más con los incentivos que con su capacidad para pagar. Y advierte que el artículo 234 del Tratado de Versalles estipulaba que las reparaciones debían ser ajustadas si Alemania no podía pagarlas.
El discurso de la diplomacia alemana era que la guerra había sido primordialmente defensiva, como respuesta a la amenaza de Rusia y de Francia. A las tropas que volvían a casa en 1918 se les decía “ningún enemigo nos derrotó” y era frecuente leer que la guerra se perdió porque judíos y socialistas los habían “apuñalado por la espalda”.
Los Aliados jugaron, sin quererlo, a favor de esta narrativa, pues Clemenceau y Lloyd necesitaban mostrar que las reparaciones eran suficientemente grandes, para complacer a la opinión pública que demandaba que Alemania sufriera.
Y Hitler pondría la máquina del Estado al servicio del rearme con una política expansiva (comparada por Joan Robinson con las políticas keynesianas), usando entonces la guerra como una estrategia de revancha que al mismo tempo permitió a Alemania eludir los severos impactos de la crisis mundial.
Beethoven Herrera Valencia
Profesor, universidades
Nacional y Externado.
Colaboración de Ricardo Peña P