MARTES, 16 DE ABRIL DE 2024

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Camilo Gaitán

Cambio de libreto

A veces parece que si no se está discutiendo una nueva propuesta se está perdiendo el rumbo.

Camilo Gaitán
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Camilo Gaitán

No pocos directivos de importantes organizaciones sienten que esa es su función principal: proponer, proponer y proponer de manera ininterrumpida una nueva idea al menos cada vez que se les consulta o participan en una reunión. 

Y no es que explorar opciones o discutir nuevas posibilidades esté mal o sea negativo, no. Pero sí es inconveniente cuando impide perseverar en un propósito; crea una sensación poderosa de inestabilidad, socava la disciplina que es indispensable para actuar ordenada y consistentemente en la dirección establecida. Identificar el qué y el cómo, formular una estrategia, es un desafío, y un ejercicio inacabado, pues nunca desaparecen del todo las incertidumbres, acechan las sorpresas y los imprevistos. A veces no queda más que probar, ensayar y volver a probar. 

Pero para que ese empeño resulte productivo, para que no sea volver una y otra vez sobre lo mismo, es necesario hacer, ejecutar, chulear. No hay mejor manera de disipar las dudas en torno a una posibilidad cuya efectividad sigue siendo incierta; de aclarar un poco más un futuro que aún permanece oscuro cuando ya se ha llegado al límite del análisis racional; de estar seguros de que ya se recorrió un paso y que es hora de pensar en el siguiente. Ejecutar juiciosamente una estrategia de negocios tiene otra gran virtud: llena de confianza a quien lo hace y le da nuevos elementos de juicio para decidir cómo seguir adelante.

Saca de la retórica y adentra en la práctica, para que los argumentos sean más hechos que palabras. Desafortunadamente, sucede con frecuencia que antes de ejecutar lo que se decidió hacer ya se está pensando en realizar algo diferente.  Existe un afán perverso por cambiar, una suerte de eclecticismo que quizás funcione para llamar la atención y ser el centro de una conversación, pero que aporta poco a los buenos resultados de un negocio y se convierte en un obstáculo para un gerente que quiera ejecutar con disciplina.

Y en una organización que espera esa visión que inspire desde arriba –y que no sea distinta cada semana–, solo sirve para generar incredulidad y cinismo. Pues esa interinidad permanente de objetivo enseña a las personas a no comprometerse con nada, a entonar cada cuando una nueva melodía, la de preferencia de los directivos en ese momento.

No pocas veces se invoca el imperativo de cambiar para justificar este estado de cosas. O está agazapada detrás de este llamado la ansiedad que resulta de la presión por unos resultados que no llegan. Pero ceder ante esa angustia, dejarse dominar por el miedo y desechar el camino que se trazó empeora cosas, como afirma categóricamente Jim Collins –gurú del  management  en EE. UU.– en su libro  Great by Choice.

En un mundo tan cambiante e impredecible, con tantos factores que pueden decidir su suerte por fuera del control de todas las organizaciones, el único blindaje real que se puede tener ante la incertidumbre y la sorpresa es mantener incólumes un libreto y una disciplina que sirvan para capear los temporales y eviten un desgaste innecesario cuando soplen los buenos vientos. 

CAMILO GAITÁN GARCÍA

DIRECTOR, TIPPING FOR BLUE

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