Las redes sociales han permitido que las noticias se difundan a tal velocidad que las personas tiene hoy acceso a millones de noticias al día, siendo preferidas aquellas que causan ‘indignación’. Esta, entendida como “enojo, ira o enfado vehemente contra una persona o contra sus actos”, es la gasolina de las redes sociales, porque hace que un hecho noticioso, se convierta en una ofensa pública a la dignidad de las personas, particularmente sus derechos y no en sus deberes.
Asesinatos, violaciones, acoso sexual, plagio y corrupción son algunos de los términos que más se han movido en los últimos meses, desde la salvaje violación de Yuliana Samboní, hasta el arresto de ‘Santrich’, por narcotráfico, pasando por la lesión de Barrios, hasta el debate sobre el contenido de Infinity War.
Cada vez nos indignan más cosas que antes eran comunes: los productos con azúcar procesada, el trabajo infantil y las mentiras de los políticos; esta indignación generalizada, se suma a la posverdad o los fakenews, que son “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”, causando un efecto emotivo en las personas que hacen que sus decisiones sean más emocionales que racionales, lo que sin lugar a dudas afectará la elección presidencial.
Esta indignación es relativa y cómoda. Hoy nos indigna que un miembro de las Farc haga narcotráfico, pero no nos afecta que se haya muerto un niño de hambre en el país, o no nos mueve que cada día mueren menos soldados en la guerra. Nos indigna con lo que nos identificamos y podemos hacer gala de estar indignados, siguiendo más la moda del momento, que la sensación misma. Es tan sencillo como repostear algo en redes, o tomar posición en un debate de dos bandos enfrentados por una situación puntual y cotidiana, que es mejor que la resuelva otro por nosotros, y nos quedamos con en “yo lo dije”. Lo importante es quedar en el bando ganador o tener la ‘razón’.
Esta lógica emotiva y cómoda, tiene a las redes encendidas entre temas políticos, económicos y sociales, al punto que la gente opina sin darse cuenta que lo que dicen no tiene ningún sentido o que simplemente está apoyando una mentira dicha por la persona que los inspira.
Es como si ganara ‘el que grita más fuerte’ y pierde el que se queda callado, permitiendo que la mentira, el engaño y la desinformación reinen, en una sociedad que necesita todo lo contrario. Deberíamos indignarnos con lo que está pasando, pero estamos ocupados indignándonos con pendejadas: si fue penalti la falta en el partido Real Madrid y Juventus, o si es correcto o no gastar más de 400 mil pesos en llenar un álbum de Panini. Serán estos indignados los que escojan presidente en las próximas semanas, sin saber por qué deben estar ofendidos realmente.
Es claro que la indignación de hoy es el olvido de mañana, y sin que esta se solucione. Nos quedamos con unas redes sociales de ‘titulares’ y ‘denuncias’, sin conclusión o solución, porque parece que lo importante es mostrarse como un indignado iracundo, más que como un solucionador silencioso.