En el Gallup Poll de Invamer de abril, el 70 por ciento de los encuestados decía que el país estaba empeorando, aumentando del 68 por ciento que lo afirmaba el año pasado. Sin embargo, a la pregunta “está satisfecho con su estándar de vida, es decir, con todas las cosas que puede comprar y hacer”, el año pasado el 57 por ciento respondió positivamente, y este año ya vamos en el 61 por ciento. Esta contradicción de decir que el país va mal, pero que a uno le va bien, es uno de los grandes retos que tenemos hoy para analizar lo que pasa.
Esto puede ser lo que el Banco llama “polarización”: porque la gente ‘siente’ que el país va mal, por la gran cantidad de malas noticias que reciben por medio de las redes sociales, afirmando lo contrario de lo que dice el Gobierno o los noticieros, causando que la Fenoval (fe en fuentes de información no validadas) caiga, como lo demostró Sudarsky, mostrando cómo las redes están reemplazando a los medios de comunicación como validador, razón por la que hoy le creamos más a las opiniones, que a los hechos y a los datos.
Por esto, hay que tener cuidado con dos tipos de datos en este momento: los que pregunten por cómo van las cosas, en general, y donde la muestra de la encuesta sea muy grande en Bogotá, que es la población con la mayor sensibilidad en este momento. En el Poll se puede apreciar que el 62 por ciento de las personas que vive en Barranquilla dice que su ciudad va mejorando, 52 por ciento de Medellín, 29 por ciento de Bucaramanga, 22 por ciento de Cali y 18 por ciento de Bogotá, mostrando la carga negativa que lleva la capital.
Así, la confianza del consumidor (Fedesarrollo) que, de por sí ya es sensible a la devaluación, se frena, porque este indicador contiene preguntas sobre la sensación del país y Bogotá pesa mucho en la muestra, causando que lleve por lo menos tres años en un ‘nuevo normal’, más pegado al cero del indicador, que al terreno positivo.
Todo esto hace que la economía comportamental esté tomando importancia, pues no hay formas ‘racionales’ de explicar a las personas y sus percepciones, porque reniegan de cómo va el mundo, sentados en su sofá, conectados a un celular último modelo, con conexión 4G, con la nevera llena y con acceso al mundo de crédito.
La percepción de la economía tiene el riesgo de ser una profecía autocumplida, en la cual por decir que las cosas van mal, esto comienza a pasar. La gente se cree el miedo y prefieren ser precavidos en sus compras e inversiones, frenando inevitablemente el mercado. Ya sabemos lo que pasa con las noticias: las positivas sirven para un momento de alegría y satisfacción, mientras que las malas nos protegen de los problemas, y por eso les creemos más.
Por esto, es fundamental que los gobiernos pasen de hacer marketing político a hacer marketing de gobierno, hasta llegar a marketing de Estado, como dice la politóloga Paola Cadavid: “¿de qué sirve vender bien las ideas en las campañas, si cuando llegan al poder, no saben contar lo que hacen?”, es como vender un gran computador, y no decirle a la gente cómo se usa.
En un mundo de redes sociales, llenas de opiniones de opiniones, la verdad se desvanece, a menos que la gente aprenda a hacerse la pregunta correcta: ¿vivo tan mal como me dice Twitter.