Con frecuencia se cree que la razón de ser de los tratados de libre comercio es simplemente el aumento de las exportaciones.
Tal concepto simplifica equivocadamente un instrumento mucho más integral y complejo. Los TLC incluyen, entre otras cosas, importaciones, inversiones y la creación o evolución de una institucionalidad para la competitividad.
Sin eludir la preocupación por la caída de las exportaciones a Estados Unidos durante el año pasado, que en gran medida se explica con el declive en las exportaciones minero-energéticas, quiero referirme a algunos efectos positivos del acuerdo comercial: diversificación, inversión e institucionalización.
En cuanto a la diversificación hay que recordar que durante los primeros dos años de vigencia del acuerdo comercial, Colombia exportó a Estados Unidos aproximadamente 350 productos nuevos de todos los sectores productivos como hormonas, transformadores, niveladoras, pilas, agua mineral y gasificada, barcos de pesca, instrumentos musicales de cuerda y pulpa de remolacha.
En ese mismo periodo, más de 1.600 empresas exportaron, por primera vez, al mercado estadounidense. En un periodo muy corto de apenas 24 meses, Colombia diversificó sus exportaciones en cuanto a tipo de producto y destino.
Por otro lado, Colombia ha logrado durante los últimos diez años un impresionante aumento es sus niveles de Inversión Extranjera Directa, al pasar de 2.134 millones de dólares en el 2002 a 16.870 millones de dólares en el 2013. De estos, Estados Unidos aportó el 17 por ciento, es decir, 2.266 millones de dólares.
El incremento respecto del año anterior fue del 17,6 por ciento. De igual manera, es muy importante señalar que durante el 2012 y el 2013, Colombia invirtió en Estados Unidos 483,1 millones de dólares.
Hasta hace poco tiempo era impensable que las compañías colombianas se sintieran suficientemente sólidas y competitivas como para penetrar el mercado americano.
El mismo tratado crea una institucionalidad para regir el comercio e inversión bilateral, lo que proporciona permanencia a las preferencias arancelarias que beneficiaban a Colombia bajo el Atpdea.
Además, el acuerdo ha incentivado un proceso de reformas e inversiones indispensables para hacer a nuestro país más atractivo y competitivo.
Finalmente, se están haciendo inversiones en infraestructura y reformas institucionales vitales como las del ICA y el Estatuto Aduanero.
Me valgo de la oportunidad para reiterar el pedido que hiciera Bernardo Noreña, presidente de la 59 Asamblea General Ordinaria de nuestra Cámara, cuando le pidió al Gobierno revisar los mecanismos para la facilitación y el estímulo al comercio, tales como el Plan Vallejo y las zonas francas, y la conveniencia de que estos estén bajo la entidad fiscalizadora.
Los efectos del TLC se verán a mediano y largo plazo; estos son tratados que tienen una vocación de permanencia, sin embargo, ya se vislumbran efectos muy positivos. Creemos que lo que hay que hacer es perseverar.
Camilo Reyes R.
Director Ejecutivo de AmCham Colombia