La que muchos colombianos hemos percibido como una lánguida y muy poco nacional celebración del “Bicentenario de la Independencia de Colombia”, le cayó al presidente Duque como un familiar inesperado. Y no es porque su gobierno no haya hecho nada. Comenzaron a celebrarlo desde el 18 de diciembre de 2018.
Hicieron un acto magno en la fecha de la Batalla de Boyacá, en el que los oradores aplicaron los discursos como una carga de bayoneta. Hay un Pacto Bicentenario: vigencia de 10 años, inversión inicial de 7.000 millones de pesos.
Y se seguirá en el festejo hasta el 2022 (bicentenario del año en el que las tropas de Bolívar, con su anuencia y estímulo, exacerbaron hasta la carnicería en Pasto lo que ya habían cometido en Santafé).
¿Por qué nadie se da por enterado, salvo participantes y beneficiarios? ¿Por qué no hay conciencia de nacionalidad y orgullo de Patria? ¿Por qué esto está tan falto de grandeza, de la unión nacional que necesitamos desde hace… 200 años? Hay que decir que Colombia tiene un problema con su historia.
A la que caracterizaron durante mucho tiempo –desconociendo a disidentes como Rafael Sañudo y hasta la llegada de estudiosos como Jorge Orlando Melo y Jaime Jaramillo Uribe— la interpretación precaria y sesgada, el fetichismo, el afianzamiento de clichés, la fascinación iconográfica, una narrativa cansina y la manipulación partidista. Así llegó a los colegios, sumida en la condición de “costura”, hermanita del lenguaje en la categoría de materias deleznables.
En esa confusión cae ese trepequesube que hay entre el 20 de julio de 1810 (los primeros 100 se celebraron en esa fecha) y el 7 de agosto de 1819. No suelen aparecer por ahí el contrasentido de la Constitución del Estado de Cundinamarca (Rey, sí, pero aquí, sumercé), la Independencia de Cartagena y la promulgación de su Constitución, lo mismo que la de Antioquia y Mariquita, el Estado Libre e Independiente de El Socorro, la Declaración de Mompox y el acto de sedición en Valledupar…
Festejar dos siglos de una acción militar, y solo en los puntos de la ruta de la Campaña Libertadora, es distinto de conmemorar el irrepetible grandioso Bicentenario de la Independencia de Colombia. No se imagina uno a los Estados Unidos celebrando 200 años, únicamente con un estallido de triquitraques en Filadelfia.
Este “bicentenario” es otra víctima de la pelea entre dos colombianos. En febrero de 2008, el presidente Uribe creó la Alta Consejería Presidencial para el Bicentenario de la Independencia. Su página web se actualizó por última vez el 30 de julio de 2010.
Semana explica en su artículo “¿Qué pasó con la celebración del bicentenario?”, que cinco días después de su posesión, el 11 de agosto de 2010, el presidente Santos la suprimió por decreto. La ambiciosa agenda de actividades había cubierto en dos años todo el país.
El tema revivió en el artículo 257 del Plan de Desarrollo del segundo mandato de Santos. Cuatro años después. ¡Se reglamentó en 2018! Ese año, Santos sancionó la Ley 1916, que formalizaba festejos y aseguraba platica solo para los municipios de la Ruta. La promulgó 20 días antes de decirle adiós a la presidencia. La Patria así se forma, colombianos.
Carlos Gustavo Álvarez
Periodista
cgalvarezg@gmail.com