Miro por la ventana que da a un parque bonito. Un hombre saca a pasear a su perro. Le hace dos caricias y lo suelta. Y se pone a ver su celular. Levanta la vista de la pantalla cuando un mastín lo tiene entre sus fauces y los ladridos son agónicos.
¿Pasa solo con los perros? No. Una mamá llega con su hijo pequeño. Le hace dos caricias y lo deja correr por ahí. Se pone a mirar su celular. Solo levanta la vista cuando el niño se ha caído y llora pidiendo auxilio. ¿Pasa solo con los perros y los niños? No. Una cuidadora llega con un adulto mayor. Bloquea la silla de ruedas, y se pone a mirar su celular. De vez en cuando, levanta la vista de su pantalla hipnótica. El anciano tiene la mirada perdida en su soledad. A ella, seguramente le pagan para que lo acompañe. ¿Pasa solo con los perros, los niños y los adultos mayores? No. Pasa también con las parejas, las familias. Llegan a un restaurante. Padres e hijos. La abuela. El abuelo. Se ponen a mirar sus smartphones. Palabras escasas. De mala gana. La pantalla hechiza.
La situación es para reflexionar. Por eso, con mi hija Sara subimos a mi canal de YouTube el Episodio 0012 de Voz de Aliento, un comercial de Ikea, grabado en España y titulado ‘Familiarizados’. Cuatro familias se juegan la cena de Navidad. Padres e hijos responden acertadamente lo que les preguntan sobre la vida digital. Y van abandonando sus mesas, uno a uno, porque no saben nada de la historia familiar. Ikea propone una medida quimérica: abandonar las redes sociales del 24 al 31 de diciembre. Voz de Aliento llama solo a manejar los tiempos que dedicamos a nuestras vidas real y digital.
Ya casi no levantamos la mirada de la pantalla absorbente del smartphone. Así vamos por la calle, en bicicleta, en el transporte. Los celadores que atendían sus turnos escuchando radio, ahora se iluminan en la noche con tandas de videos. La atención a la vida real es efímera, fragmentada, descuidada.
Y es el comienzo. En cuatro años, y según un estudio de Cisco publicado en Portafolio, “la cantidad de tráfico IP cruzando las redes globales será mayor que en todos los años de la internet hasta 2016”. Los usuarios serán el 60 por ciento de la población mundial. Habrá más de 28.000 millones de dispositivos y conexiones que estarán en línea. El vídeo representará el 82 por ciento de todo el tráfico.
Nos convertiremos en cyborgs. Tendremos bajo nuestra piel implantes y microchips. El potencial de posibilidades para la salud es inverosímil. Abriremos puertas y pagaremos cuentas con la epidermis. Y si hoy ya somos parte de un universo cibernético que nos espía, entonces la vigilancia será total, inapelable. No habrá divisiones de clase. Ni ricos ni pobres. El abismo separará a los rezagados de los que tienen acceso a las ventajas tecnológicas. Fabricaremos humanos y robots a nuestro gusto.
¡Un mundo fascinante! Ya tiene nombre: la era poshumana. Después de los humanos. Aprovechemos lo que queda para conversar, prestar atención a nuestros hijos, escuchar a quien amamos. Y pasear a nuestro perro. Feliz Navidad.
Carlos Gustavo Álvarez G.
Periodista / cgalvarezg@gmail.com