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Carlos Gustavo Álvarez
columnista

Cuando el sujeto es singular

Carlos Gustavo Álvarez
POR:
Carlos Gustavo Álvarez

Guardianes, cancerberos, celadores, serenos. Vigilantes, custodios, centinelas, bedeles, ‘wachimanes’, incluso, y si se quiere. Todos y cada uno de esos sustantivos se pueden aplicar, con las respectivas licencias, al oficio de un grupo de personas que se han dedicado a cuidar, enseñar, explicar y difundir en la prensa el hermoso idioma español, que este 23 de abril celebra su día hermanado con el Día Internacional del Libro.

El escritor y periodista Álex Grijelmo escribió, a propósito de un congreso internacional de la lengua (Cartagena 2007), que “millones de hispanohablantes han recibido más lecciones de gramática desde los periódicos de cada país que desde el estrado del maestro en la escuela… un público heterogéneo y no necesariamente muy instruido en cuestiones léxicas, pero ávido de saber más sobre la esencia de su pensamiento: el lenguaje. Y, sobre todo, de aprender sobre algo que la gente ama: las palabras”.

Entonces Colombia era, no sé ahora, el país latinoamericano con más columnas de prensa dedicadas a la corrección del idioma. Grijelmo mencionó, entre los exponentes nacionales de ese cometido, a Roberto Cadavid, José Velásquez García (Luis Obando y Julio Vives Guerra), Gabriel Escobar Gaviria (Sófocles), Soledad Moliner, Lucila González, Carlos Alberto Caicedo (Fisgón), Óscar Gil. La lista se queda corta, pero en esta corta vida, que es soplo, instante, un ratico, he conocido y leído a algunos de los mentados, a otros omitidos y a los que extendieron esa maestría a envíos diarios a través de los correos electrónicos.

El ingeniero Roberto Cadavid, más conocido como ‘Argos’, el personaje mitológico de los cien ojos, dedicó los últimos 13 años de su vida al trabajo periodístico. Sus Gazaperas gramaticales convocaban la atención de los lectores, porque allí comentaba ‘con sabiduría sencilla y gracia inimitable’, errores del lenguaje. Con la terca convicción de que las cosas del pasado se deben conservar tal y como las conocimos, guardo las recortadas y ya hoy amarillentas columnas originales de ‘Argos’, y me empeño en creerlas un tesoro.

También abrigo en esa condición de quintaesencia, el libro Laberintos del Lenguaje, que reúne las inquietudes de Gonzalo González, el inolvidable ‘Gog’. Tuve la fortuna de ser su alumno, de recibir su guía como una luz de lámpara sabia, y de compartir su admonición perentoria contra el facilista uso del gerundio, con el que no ando ni yendo.

Fernando Ávila conserva hoy en El Tiempo su ya clásica columna sobre el lenguaje. Alcanzamos a compartir amistad y palabras durante un tiempo breve que habitamos en el periódico, y creo que su conocimiento del idioma es directamente proporcional a su capacidad de afecto y gentileza pedagógica, que logran sobreaguar su timidez inveterada.

Diariamente recibo por correo electrónico las Gramatinotas, de Luis Eduardo Vélez Rodríguez, y el Español Correcto, de Jairo Cala Otero, dos aplicados guardianes del idioma, que lo estudian y enseñan con acierto y generosidad. Mario Jaramillo ocupó el lugar de Soledad Moliner en las Lecturas, de El Tiempo, y su columna ‘Letra por letra’ es grata y bien tratada. A todos, saludo en este día, con mi respeto y mi admiración por su apostolado y punto aparte.

Carlos Gustavo Álvarez G.
Periodista
cgalvarezg@gmail.com

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