La frase ‘desarrollo con enfoque territorial’, es una línea tan común en los discursos actuales, que ya se convirtió más en un eslogan que en una realidad. Nadie se atreve a omitir este término, pero pocos entienden su profundo contenido, sus infinitas demandas, y, sobre todo, las inmensas barreras que enfrenta para volverse material. Para bien o para mal, al desarrollo con enfoque territorial se le ha aplicado esta desafortunada ‘fórmula’, lo que deja en el limbo su verdadero objetivo.
Lo que sí resulta interesante es que este ‘nuevo’ enfoque nace como respuesta a una gran frustración, evidente en muchos países de la región, particularmente en Colombia: el abandono del campo. Para quienes hemos tenido la experiencia de formular y ver el impacto de las políticas públicas en el territorio rural, siempre ha sido motivo de preocupación la dificultad de lograr los resultados esperados, obviamente con claras pero pocas excepciones. Más aún, un artículo de Alain de Janvry expresa su insatisfacción por no haberse logrado la reducción esperada en la pobreza rural, una mejoría real en los niveles de desigualdad y otros indicadores importantes. Por ello, de Janvry plantea la necesidad de utilizar el enfoque territorial que permitiría una visión más amplia, para comprender todos aquellos factores que pueden contribuir a un mayor éxito de las políticas públicas.
En nuestro país, la insatisfacción frente al verdadero impacto de la acción estatal en el campo se hace evidente en los análisis de varios académicos. Para algunos pareciera que los avances de la modernidad se van concentrando más en lo urbano, quedando atrás el territorio rural con esos vicios que se espera que el desarrollo erradique. Esos vicios se reflejan en la desigualdad, la baja productividad, la concentración de factores productivos como la tierra, y en el caso del ejercicio de la política, nada menos que el clientelismo. Pero la preocupación va más allá, esta dualidad territorial, que es innegable, se caracteriza por sus consecuencias profundas en el desarrollo del país, algunas claramente identificadas y otras ignoradas. En general, si lo rural no se analiza como territorio, la probabilidad de que esta sociedad sea menos desigual, en términos de acceso a derechos y bienestar, será nula. Hay que ir cerrando brechas existentes con sociedades más desarrolladas.
La secuela más importante de este fraccionamiento del territorio, y probablemente la más ignorada es la imposibilidad de construir verdaderas democracias, por los desbalances de poder que la frenan, que son especialmente serios en el territorio rural. De nuevo, pareciera que los avances, así sean graduales, se seguirán concentrando más en territorios urbanos que en los rurales.
Llegó la hora de empezar a entender cuáles son y dónde se ubican estas causas de atraso relativo en estos territorios. Como punto de partida, es necesario reconocer que el mayor desafío de América Latina es profundizar y darle sostenibilidad a un modelo democrático de gobernanza. Es decir, un modelo en el que la sociedad se organiza para alcanzar metas que involucran a los diferentes niveles que presenta el territorio. Para avanzar en esa dirección, se debe exponer que lo que explica, en gran medida, la debilidad de la democracia de la región es el tipo de política que se ejerce en los territorios.
La pregunta pertinente es ¿qué es lo que falla en el desarrollo territorial? Para poder responder lo anterior, se debe aclarar que un territorio es un espacio delimitado con una institucionalidad definida y un modelo de ejercicio de poder. También, se debe explicar que el territorio rural no excluye lo urbano, y es por ello que lo rural no se refiere a un territorio en sí, sino a un atributo de los territorios. Por lo tanto, la unidad política territorial tiene diferentes grados de combinación de lo urbano y lo rural.
Hecha esa aclaración, vale la pena señalar que son muchos factores los que afectan al desarrollo con enfoque territorial, pero, probablemente, el más ignorado, y podría ser el más importante, es la falta de una negociación civilizada de los conflictos generados por la competencia de intereses legítimos de los múltiples actores presentes en el territorio. Esta es la definición de la política, como ejercicio del poder que construye democracia. Entre estos factores están:
* Desigualdad en la distribución de poder que se da más en lo rural, lo que debilita la democracia.
* Concentración urbana del poder. Sesgo agrícola y antirrural del desarrollo latinoamericano.
* Poca autonomía territorial. Carencia de poder de los territorios para definir su propio desarrollo.
* Ordenamiento territorial, ordenamiento del poder. Modelos de ordenamiento territorial que redistribuyan el poder entre la nación y los niveles inferiores del sistema territorial.
* Gestión multinivel. Coordinación, subsidiaridad y solidaridad entre distintos niveles del territorio, como lo platea, sin mucho éxito, la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial del país.
Reconocer estas barreras y empezar a actuar es el primer paso para lograr un desarrollo rural en Colombia desde lo territorial y así fortalecer la democracia en el país.
La prioridad es darle un verdadero contenido al desarrollo, particularmente rural, con enfoque territorial. Pero no olvidar que el territorio es político.