No fue un año fácil. Puede parecer de cajón esta frase, porque ningún año es fácil en esta Colombia convulsionada. Pero esto es solo para decir que verdaderamente el 2018 resultó muy duro, porque muchos esperaban el inicio de una nueva etapa en la historia del país.
Cerrar un conflicto de más de 50 años y el comienzo de un nuevo gobierno no podían ser temas menores. Pese a esto, lastimosamente terminamos el 2018 confundidos, con nubarrones que deben ser despejados en el 2019. Por eso, este año que viene no puede ser peor, al menos esa debe ser la consigna.
Hay una serie de eventos que hacen del 2018 un período lleno de infortunios. Por ejemplo: “la mala hora del Grupo Aval” título de la carátula de la revista Semana.
El país ha vivido crisis bancarias anteriormente que han terminado pagando todos los colombianos, pero la que podría ocurrir cuando quien domina una proporción desmesurada del sistema financiero colombiano enfrenta serios problemas, puede ser una excesivamente grave.
Sarmiento Angulo ya ha perdido 2,3 mil millones de dólares en Estados Unidos, y su vínculo con el peor escándalo de corrupción que vive actualmente Colombia, lo sitúa en una situación compleja.
Por fortuna, muchos confían aun en la institucionalidad colombiana, especialmente en la del sector financiero, así que se tiene la esperanza de que no pase a mayores, pero más importante aún: que esta sea la ocasión para que se aprenda la lección de no permitir y menos aceptar que alguien pueda llegar a tener una presencia tan excesiva en la economía colombiana.
LO QUE VIENE
Tampoco se puede olvidar la debilidad del gobierno, especialmente cuando quedan pendientes tantas reformas sustanciales para el país. Si la Ley de Financiamiento terminó tan mal, ¿qué puede suceder con la reforma pensional? Este tema puede llenar con más gente y más fuerza las calles de las ciudades del país.
Es hora de que se acepten las debilidades de esta administración, y que dentro del gobierno mismo se reconozcan sus flaquezas.
En el 2019 debemos ser testigos de estrategias claras y consensuadas para manejar este tema tan sensible. Si no se hace, la clase trabajadora sería la que generaría las grandes manifestaciones que definitivamente este gobierno no sabe manejar.
DEBATE PENDIENTE
Hasta ahora los campesinos, un sector que representa el 30% del país de acuerdo a la Misión de Transformación del Campo, han estado tranquilos, esperando que el punto uno del Acuerdo final entre el gobierno y las Farc, se incorpore en la agenda de este gobierno.
Por la premura del tiempo, en el 2019 se tiene que abordar el debate sobre el tema de la concentración de la tierra; la recuperación de la producción campesina como parte de la búsqueda de esos niveles de crecimiento económico sostenido, que hasta ahora parecen lejanos, pero que constituyen una meta impostergable. Esto sumado a la identificación de alternativas para reducir la brecha social entre el campo y la ciudad, si de verdad la equidad es un propósito de este gobierno y no solo parte de su discurso.
Por otro lado, se encuentra el tema de la salud que no logra encontrar su norte. Este asunto no puede quedarse en creer que solo con la universalidad del derecho al servicio se está cumplimiento con que sea realidad el acceso real al mismo. Lejos está el país de lograr esa meta.
Definir e identificar las reformas que aún no son claras y que sí son impostergables, debe ser una prioridad. Las EPSs y las IPSs no pueden seguir siendo parte de esa institucionalidad confusa que prima en este sector. Es la calidad de vida de la gente la que está en juego.
La gran protagonista del 2018, la corrupción, tampoco puede seguir ocupando este deshonroso lugar que hoy se ha ganado, dejando en el piso instituciones y personas tanto del sector privado como del Estado. No se ven avances y lo peor es que no se perfila nada sustantivo.
Estos y muchos otros temas dejan al 2018 como un año difícil. Ojalá, este periodo de descanso permita encontrar el camino para ver realmente florecer el 2019 con soluciones a estos y muchos otros serios problemas que tiene el país.
Y ojalá no solo se calmen los ánimos, sino que esta división entre amigos y enemigos se entienda por fin, como un tortuoso camino que nada resuelve, sino que por el contrario, todo lo agrava.
Con los buenos deseos para el 2019 y nuestro compromiso de hacerlo mejor, por lo menos con menos odio y más eficiencia, esperamos no repetir los errores del 2018.
El año que se fue nos dejó agotados y pesimistas. Sin embargo, en el 2019 podremos dar ahora sí, el inicio a esa nueva historia de Colombia que todos debemos construir.