Cada vez que se mencionan problemas de deterioro de los indicadores sociales que muestran lo que le está pasando a la gente en Colombia, la causa termina en el comportamiento del mercado de trabajo. Sorprende, por consiguiente, que nadie, ni el gobierno ni la academia, se estén planteando la impostergable necesidad de estudiar seriamente lo que está sucediendo con las distintas variables que indican cómo se comporta la demanda y oferta de empleo en el país.
Como se sabe ampliamente, lo que finalmente sucede en el mercado de trabajo es el resultado de las políticas sociales y económicas que se han venido desarrollando en una sociedad. Es la política educativa, de salud, de nutrición y el comportamiento de variables demográficas como la fecundidad, mortalidad, migración, y todas las demás, las que determinan no solo el tamaño de la oferta de mano de obra, sino sus características.
A su vez, la dinámica de la economía y sus especificidades en términos de los sectores productivos que jalonan el crecimiento, son las que definen la demanda de mano de obra. Esta interrelación entre lo económico y lo social, es el argumento ineludible para analizar seriamente los mercados de trabajo.
Por un lado, permite entender la efectividad de las políticas sociales y sus limitaciones, así como los problemas de la dinámica y tipo de crecimiento de la economía. Algunos indicadores laborales como la tasa de participación, el desempleo, la informalidad y –uno que se olvida permanentemente– la participación del trabajo versus el capital en las cuentas nacionales, muestran señales preocupantes. Y para no entrar en la evolución en los últimos años, basta con mirar el crecimiento actual del desempleo y, además, el poco trabajo decente que se genera.
A esto hay que sumar que la tendencia positiva de los indicadores sociales que el país tuvo durante las últimas décadas se ha estancado. Así lo ha señalado el Dane en la última Gran Encuesta de Hogares realizada en el país. A este panorama se suma las inconsistencias que para muchos existen entre una economía que se está recuperando y un deterioro de la calidad de vida de su población. ¿Pueden 1,2 millones de venezolanos que llegan en situaciones precarias explicar todo lo que está sucediendo? Es la pregunta del millón. Se abre de esta manera un espacio de reflexión absolutamente necesario, entre otras, porque las metas del Plan de Desarrollo, que acaba de aprobarse en el Congreso de la República, le imponen al Gobierno unos esfuerzos desproporcionados, casi imposibles de cumplir.
Pero, la pregunta que parece relevante es, por qué si todo termina en un mercado de trabajo que no responde a las expectativas, su análisis no se aborda de una vez por todas. Es más, la reforma para lograr la cobertura que se exige en su régimen contributivo, es imposible si el grueso de la población trabajadora recibe salarios bajos, su trabajo es inestable y, además, está en la informalidad.
¿Qué frena, entonces, la creación de la nueva Misión de Empleo, al estilo de las que promueve la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cuando, de hecho, ya se han logrado en el pasado dos en el país? Varias razones podrían aducirse. Primero, si gracias al neoliberalismo alguien ha perdido poder es el sector trabajador, porque se le ha visto solamente como un costo y no como generador de demanda.
Hoy los sindicatos colombianos están reducidos a su mínima expresión y luchan a veces en vano para ser escuchados. Pero, probablemente, la razón más importante es que a los empresarios, los generadores de demanda de mano de obra, no les interesa inducir cambios en el mercado de trabajo.
Ahora que, en buen momento, Mauricio Cárdenas, exministro de Hacienda neoliberal, declara que han fracasado tanto el socialismo como el neoliberalismo, se abre, por fin, un espacio para que las eternas críticas a este modelo económico sean escuchadas. Uno de los elementos de este Consenso de Washington de 1989 se basó en la hipótesis de que solo bajando los costos de la mano de obra se podría generar empleo y competir internacionalmente. ¿Recuerdan la frase que promovieron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional de exportar o morir?, ¿sabían que ahora la cuestionan?
Esta idea ha sido muy funcional para los creadores de empleo, porque gracias a ella han desestimulado mejoras reales en la calidad de vida de la clase trabajadora con las inmensas implicaciones que esto ha generado. Se olvidan de la productividad, cuyo lento progreso se usa como justificación para no aumentar salarios. No reconocen que esto es el resultado de la desigualdad en el acceso a bienes públicos y al poco interés del Estado y de los empresarios en la renovación tecnológica. Pero no, la culpa es de los trabajadores.
Pude ser muy atrevido decirlo, pero la razón por la cual se ha despreciado el estudio del mercado laboral se debe a un Estado que comparte con el sector privado la siguiente visión: mejorar el empleo genera costos, luego, dejémoslo así. Gracias a esa visión retardataria y obsoleta, se le ha hecho el quite al análisis del mercado laboral.
Cecilia López Montaño
Exministra - Exsenadora