según lo demuestran sus bajas cifras de crecimiento del 2016, el sector agropecuario no arranca: 0,5 por ciento, que se suma a las de años anteriores, que no superaron el 2,7 por ciento. Esta es una verdadera contradicción, desde diciembre del 2015 el Gobierno tiene en sus manos una agenda para la reactivación del sector, como resultado de la Misión de Transformación del Campo (MTC). Tras un claro mandato del presidente Santos, se conformó desde mediados del 2014 este grupo de trabajo, bajo la dirección de José Antonio Ocampo, con la presencia de tres exministros de Agricultura y los investigadores más reconocidos en este tema. Participaron también representantes de la SAC, de los productores campesinos, de la agroindustria, bajo la coordinación de la Secretaría del Departamento Nacional de Planeación.
La agenda entregada fue clara, y no se quedó en el triste diagnóstico que todos conocen sobre el estancamiento que desde la década de 1990 empezó a darse en estas actividades, especialmente en la producción campesina, productora de alimentos. Se realizaron numerosos estudios especializados, se trabajó en el paquete de estrategias claras y, además, se estimaron cuidadosamente los costos de llevar estas reformas a cabo en el menor tiempo posible. Una de las áreas en la que se trabajó intensamente fue la reforma institucional del sector; una de sus mayores debilidades, reconocidas por todos. Se ha divulgado extensamente su resumen ejecutivo, y están a disposición en internet los 3 volúmenes que recogen los principales trabajos realizados para la Misión.
Han pasado 14 meses y no se logran ver resultados concretos de reactivación.
Más aún, ahora que empezó la fase de desarme de las Farc y las negociaciones políticas con el Eln, lo penoso es que además del hecho de que el campo no crece a los niveles deseables, se está viendo muy afectado por el asesinato de líderes sociales. Muchos de ellos eran defensores del proceso de paz, de la restitución de tierras y abanderados de los derechos de las víctimas. De las cosas que están sucediendo, unas eran previsibles y otras no.
El problema más serio, y que poco se identifica, es que el Gobierno ha enviado casi simultáneamente dos mensajes contradictorios en sus objetivos. Por un lado, la clara prioridad de la MTC, la cual es la agricultura pequeña, familiar, y la mediana, las más afectadas por el conflicto armado, por la falta de inversión social y productiva, y por el olvido del Estado durante muchas décadas. De allí, del campo, salieron la gran mayoría de los 8 millones de víctimas que se reconocen en esta larga y cruenta confrontación. Jamás se desconoció la importancia de la gran agricultura y de la necesidad de que el Estado diera reglas claras para incentivar este tipo de gran producción. Pero los campesinos serían –asociados o no-, productores eficientes con el apoyo de los instrumentos gubernamentales y de una institucionalidad nueva.
Pero casi simultáneamente, la presión de la gran agricultura –que también se consideró en la MTC–, impulsó hasta lograr la aprobación de la Ley Zidres, que no solo se refiere a la región de los Llanos Orientales, sino que les abre a grandes empresarios la frontera agrícola actual para que arrienden tierras para la agroindustria. Y los pequeños y medianos, ¿a dónde se dirigen cuando una de sus grandes limitaciones es la tierra? Ellos ya producen en microfundios, como lo muestra el Censo Nacional Agropecuario del 2014. Pero el gran tema es el de los campesinos: en las Zidres, su papel es suministrar la mano de obra para grandes plantaciones, en las condiciones precarias y fuera de la ley que ya se conocen. ¿Al fin qué, señores del Gobierno? ¿Los campesinos pasarán del feudalismo al capitalismo, o simplemente seguirán como trabajadores con amos, mal pagados como siempre?
A esta confusión se agrega que la guerra fue eminentemente rural, y como era de esperarse, los espacios dejados por las Farc los están ocupando paramilitares –que sí existen–, bandas criminales e incluso los mismos miembros del Eln. Estos hechos, sin duda, afectan la recuperación de la producción, especialmente en determinadas zonas del país. El gobierno ha enfrentado una difícil situación fiscal y las demandas de la desmovilización de las Farc, ahora se demora en reaccionar frente a estos peligros, que se sabía existirían. Al Ministerio de Agricultura no le ha ido bien con su programa estrella Colombia Siembra, porque como sabíamos, de antemano, el problema del campo no es sembrar, sino vender.
Y para completar el panorama, la esperada reforma institucional se alejó de la principal recomendación de la MTC: expertos y no políticos deben manejar estas nuevas instituciones. Sin negar las cualidades de muchos de ellos, la verdad es que no arrancan. Falta de experiencia, presiones politiqueras, u otras razones han impedido su impulso inicial. Es decir, están enredados.
Llega una nueva dirección a la SAC con Jorge Enrique Bedoya, y muchos tenemos fe que ayude a ese equilibrio, casi imposible, en este país de poderosos y débiles, entre ese campesinado que pensó que les había llegado su cuarto de hora, y los grandes empresarios que nunca les va del todo mal.
Cecilia López Montaño
Exministra - Exsenadora.
análisis
Sector agropecuario, nada que arranca
Llega una nueva dirección a la SAC con Jorge Enrique Bedoya, y muchos tenemos fe que ayude a ese equilibrio en este país de poderosos y débiles.
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Cecilia López Montaño
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