La economía jugará un papel preponderante en esta etapa de la vida nacional que apenas comienza: el posconflicto. Por ello es necesario mostrar cómo hechos fundamentales en la historia reciente –la apertura económica, la descentralización y el narcotráfico– no solo contribuyeron a la complejidad de la confrontación armada y a cambios en la estructura productiva del país, sino cómo, también, influyeron sobre el grado de violencia que, guerrilla y paramilitares, y algunos destacados miembros de las Fuerzas Armadas protagonizaron. Para entender esa relación se debe partir de un análisis interdisciplinario de lo que pasó, y solo así, con un espectro más amplio, se podrá construir el posible panorama futuro del país.
Generalmente, los economistas se limitan al análisis del sector que conocen, al manejo de los principales indicadores que le toman el pulso a la actividad productiva y, de pronto, a la situación social del país. Los analistas del conflicto, los nuevos ‘violentólogos’ también se concentran más en los temas de la guerra, de sus protagonistas, de sus víctimas, pero pocas veces ven la interrelación en dos áreas de estudio, cuyos eventos coinciden, se retroalimentan y son fundamentales para entender lo que sucedió y lo que podría ser el escenario futuro de la sociedad colombiana.
Hay una pregunta crucial que no tiene aún una respuesta clara por parte de ningún colombiano: ¿cuándo empezó nuestro conflicto? No hay consenso ni sobre cuándo empezó ni cuánto tiempo duró este conflicto armado. Nace en 1948 hasta el 2016 o 2017, porque hemos vivido de guerra en guerra. Lo que pasa es que la violencia y la guerra con las guerrillas no son lo mismo, y esa diferencia poco se analiza, porque no se reconoce que el Frente Nacional fue un proceso de paz, mal hecho, pero que acabó con la matanza entre conservadores y liberales, pobres, como siempre pasa en este país.
Pero si miramos el comportamiento de la economía, bien a partir de 1948 o de 1964 –momento en que nacen las Farc–, la verdad es contundente.
A diferencia de la mayoría de países que viven este tipo de confrontaciones, la economía colombiana creció durante esos periodos, con excepción de 1999, caída que no puede atribuírsele a las Farc; pero, además, mejoró sus indicadores sociales. ¿Por qué en esos otros países se destruye la economía y se retrocede en progreso social? ¿Algún economista puede explicar cómo se dio este fenómeno en Colombia? ¿A cuántos nos ha trasnochado esta incongruencia? Manuel Rodríguez agregaría otra paradoja: ¿cómo es posible que en medio de la guerra en Colombia se construyera una institucionalidad ambiental que, en su momento, se consideró la mejor de América Latina? Esto tampoco pasa en países en guerra.
Pero hay más. Resulta que en los momentos de mayor confrontación no solo con la guerrilla, sino con el paramilitarismo, se da la apertura de la economía colombiana. Según Cueter (2015), la globalización y el conflicto se unen y causan una serie de problemas que no se han estudiado en conjunto, sin relacionar estos dos hechos.
Además, en esos momentos también nace la Constitución de 1991, en clara contravía con el tristemente célebre modelo económico que sigue el Consenso de Washington. Luis Bernardo Flórez, (q. e. p. d.) describió este tema magistralmente. Mientras en lo económico se reducía el tamaño del Estado, en lo político, la Constitución llenaba de responsabilidades al mismo Estado. ¿Alguno de nosotros, economistas, nos hemos tomado la molestia de medir las consecuencias de esta contradicción? No.
La coincidencia de la apertura con el conflicto generó todo un cambio en la estructura de producción rural que casi acaba con los campesinos, mientras disparó la gran agricultura con el apoyo del paramilitarismo en casos que, cada día, se concretan más. Pero, como los grandes perdedores hasta hoy son los campesinos, a este país, que se siente tan urbano y tan moderno, no le importó este costo aún no remediado. Entonces, ¿el desplazamiento fue solo causado por el conflicto? No se ha explorado todavía lo que Cueter (2015) llama jobless displacement, es decir, la salida de campesinos por la crisis de su economía y la poca generación de empleo de la gran plantación.
Para completar, la descentralización de recursos para educación y salud coincide con el auge del paramilitarismo, que se adueñó del poder político regional y cooptó esos fondos públicos. Esos recursos los fortaleció y les permitió adueñarse de pueblos, de tierras y violar, en todos los sentidos, los derechos de las mujeres de esas regiones. De nuevo, medidas económicas que ignoraron la existencia de la guerra. Lección para los colegas: antes de delinear el nuevo futuro de Colombia en paz, debemos mirar y entender todo el panorama del posconflicto. ¿Estarán los economistas colombianos listos para ser realmente interdisciplinarios y dejar de tomar decisiones estrictamente económicas?.