MARTES, 16 DE ABRIL DE 2024

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César González Muñoz

Puntos suspensivos

César González Muñoz
POR:
César González Muñoz

 

Hoy se suspenden mis contribuciones semanales como columnista en este apreciado diario. El presidente Santos me ha designado Superintendente de Servicios Públicos Domiciliarios.

Es oportuno anotar que, como lo ha dicho públicamente el Presidente, este nombramiento se produce después de un proceso de selección coordinado por el Departamento Administrativo de la Función Pública. La Casa de Nariño me invitó hace varios meses a que aceptara considerar mi nombre como candidato a desempeñar ese alto cargo del Gobierno Nacional.

Ponderadas todas las circunstancias, gustosamente acepté la invitación. Y aquí estoy ahora, pensando cómo será la mañana del próximo martes sin el breve, pero intenso suplicio de la página en blanco y el tiempo que corre. Con seguridad habrá otros entretenimientos.

Van más de 500 cuartillas mías puestas en estas páginas de opinión.

Un inventario de todos esos escritos pondría en evidencia las contradicciones del escribano, sus cambios de opinión sobre asuntos graves, sus porfías con ciertos argumentos repetitivos.

Y su lealtad con su propia conciencia. Una mirada hacia atrás mostraría –perdonar la arrogancia– un interés pedagógico más que una actitud puramente pugnaz y pendenciera. No puede haber crítica social responsable sin alumbrar el escenario.

Ha sido una fortuna para mí tener un lugar en estas páginas durante más de una década. Cuando algún golpe político, militar o terrorista, o alguna decisión empresarial, retira del aire una institución como esta, es cuando uno se da plena cuenta de su valor social, y poder estar dentro de ella por tanto tiempo es una bendición.

Y he aquí otra buena fortuna: mis escritos nunca han sido objeto de reproche ideológico, ni recibí jamás sugerencia alguna de censura originada en el gobierno editorial de este querido medio. No siempre me fue tan bien en otras instancias.

Mauricio Rodríguez, Silverio Gómez y Ricardo Ávila fueron mis amables caseros editoriales, siempre con la coordinación (a veces de ceño fruncido por la angustia del cierre, siempre con una risa franca y amistosa) de Rosa María Cárdenas, gracias.

Ahora toca cerrar el opinadero público, someterse a las disciplinas de los servidores del Estado, y ejercer con juicio la autoridad que el Presidente le delega a la Superintendencia de acuerdo con la Constitución. Habrá que conocer, y reconocer, el patrimonio histórico acumulado por esa entidad en dos décadas y después rendir públicamente cuentas por la administración interna y por el cumplimiento del deber.

Este no es otro que el de asegurar el continuo mejoramiento de la vida de la gente como titular de derechos en la prestación de los servicios públicos domiciliarios. El Estado regulador, por vía de las Comisiones Reguladoras, debe tener el auxilio eficaz de la autoridad supervisora, para que la intervención estatal sea profunda y cumplidora con la gente.

Allí están las dos columnas del edificio estatal moderno que ha diseñado la Constitución Nacional en el campo de los servicios públicos. Son dos columnas separadas, pero claramente interdependientes.

La ciudadanía sabe, porque lo sufre, que no vivimos en un mundo de ángeles, que el camino del progreso democrático es ancho y tortuoso, y que el presente es mejor que el pasado, a pesar de tantas fallas institucionales persistentes y tantos golpes que nos ha dado la naturaleza, en buena medida como respuesta a nuestros abusos contra el medio ambiente. Gracias a los lectores. Por ahora, puntos suspensivos.

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