Los últimos informes de comercio exterior han mostrado un aumento del déficit de balanza comercial, a la vez que observamos una fuerte depreciación de la tasa de cambio. ¿Podemos esperar una reducción del déficit? En el corto plazo, y aunque parezca contra-intuitivo dada la depreciación, el déficit puede aumentar.
Al depreciarse el peso, las exportaciones se vuelven más baratas y las importaciones más costosas. Uno esperaría que las primeras aumentaran y las segundas disminuyeran. Ese es el tipo de efecto que esperamos contrarreste la caída en el precio del petróleo y el valor de exportaciones minero-energéticas. Sin embargo, el efecto de la tasa de cambio sobre la balanza comercial puede ser negativo en el corto plazo si las exportaciones y las importaciones no son suficientemente sensibles al precio. Si las ventas externas no responden rápidamente a cambios en precios relativos, y en particular a la tasa de cambio, el valor de estas, en términos reales, puede caer, al depreciarse el peso. Estamos vendiendo las mismas cantidades de productos, pero ahora valen menos. De la misma manera, si las importaciones no son suficientemente sensibles a cambios en precios relativos, importamos las mismas cantidades, pero estas nos cuestan mucho más. Ambas condiciones llevan a un deterioro de la balanza comercial.
Si hacemos un gráfico de la balanza comercial en el tiempo, la curva describirá una ‘J’. Por eso el efecto es conocido como el ‘efecto J’. La condición que describe la sensibilidad de las exportaciones y las importaciones a cambios en precios relativos y los casos en los que una depreciación de la tasa de cambio reduciría el déficit comercial es conocida como la condición de ‘Marshall-Lerner’.
La pregunta de política es cómo movernos más rápido hacia la zona donde la ‘J’ empieza a subir y las exportaciones comienzan a ser mayores que las importaciones, aprovechando la depreciación del peso. Algunas ideas de las cosas que ya se están haciendo y que pueden fortalecerse incluyen, facilitar la sustitución de insumos con encuentros empresariales, estrategias de proveeduría y empresas ancla; estimular la demanda de exportaciones encontrando nuevos compradores; eliminar barreras no-arancelarias a la exportación –problemas de certificación y acreditación de la calidad, etiquetado, trazabilidad, admisibilidad sanitaria y fitosanitaria, entre otros–, con un trabajo intensivo en coordinación interinstitucional a nivel nacional y con autoridades regionales y empresarios.
El reto de generar oferta exportable y movernos hacia la parte ascendente de la ‘J’ rápidamente es enorme y es un objetivo compartido entre empresarios y gobierno. Pero las oportunidades de diversificación y sofisticación, gracias a los acuerdos comerciales, también son enormes. La caída en las ventas externas se explica, principalmente, por la caída del precio del petróleo y otros minero-energéticos.
El último informe del Dane, muestra una caída del 40,2% en exportaciones, comparando enero del 2014 con enero del 2015. Sin embargo, desagregando un poco el dato, encontramos que las no minero-energéticas crecieron 4,7% y excluyendo exportaciones de combustibles, las exportaciones a EE. UU. aumentaron 19,7%. Entre las exportaciones a EE. UU. que están creciendo, se encuentran el pescado (60,9%), productos de la floricultura (7,6%), café, té y especias (97,6%), azúcares, confitería (31,7%), materias plástica (37,5%), textiles (11,1%), confecciones (9,5%) y metales y sus manufacturas (64%). Estos datos son razón de optimismo. Es la hora del aprovechamiento.
Daniel Gómez Gaviria
Asesor, Ministerio de Comercio, Industria y Turismo