Cuando se habla de vecinos en dificultades, los colombianos usualmente piensan en Venezuela. A fin de cuentas, los errores del chavismo, acentuados por la incompetencia de la administración de Nicolás Maduro, dieron lugar a una verdadera debacle, que se expresa en la peor crisis humanitaria y la mayor oleada migratoria de la que exista memoria reciente en el hemisferio americano.
Sin embargo, no estaría de más prestarle atención a lo que sucede al sur de la frontera. Desde hace varios años, Ecuador lucha por sacar adelante su economía. Tras una prolongada recesión a mediados de la presente década, ocasionada por el desplome en los precios del petróleo, tuvo lugar una recuperación que apunta a ser efímera. Las señales disponibles apuntan a que, en el 2019, el Producto Interno Bruto volverá a registrar un crecimiento negativo que se traduce en un deterioro del nivel de vida.
Parte del frenazo actual es consecuencia de un fuerte programa de ajuste iniciado por la administración de Lenín Moreno, quien viene de completar dos años en la presidencia. Desde el comienzo del mandato, las cifras mostraron que el país estaba al borde del abismo, debido a un gasto público insostenible, que se tradujo en un elevado déficit fiscal.
Algunos analistas llegaron a pronosticar que el fin de la dolarización era inevitable por cuenta de la falta de divisas. La idea de regresar al sucre –que fue abandonado tras un largo periodo de hiperinflación– era rechazada por la inmensa mayoría de los ecuatorianos, ante lo cual el Gobierno optó por un tratamiento doloroso e inevitable.
Este incluyó volver a hablar con el Fondo Monetario Internacional, proscrito en la época de Rafael Correa. A cambio de una serie de compromisos orientados a disminuir el saldo en rojo de las finanzas estatales y mejorar la competitividad, la entidad multilateral aprobó el desembolso de un préstamo de emergencia. Tras esa señal de confianza, otras instituciones le dieron luz verde a créditos por un valor global cercano a los 10.000 millones de dólares.
Las medidas no han sido fáciles de digerir. Aparte de recortar la nómina estatal, se han buscado múltiples economías que abarcaron el recorte de salarios para los altos funcionarios. Los subsidios, que abaratan el valor de los combustibles, empezaron a ser desmontados, algo que golpeó la imagen del Ejecutivo. Con el fin de paliar el impacto sobre los grupos más vulnerables de la población, hay varios programas en marcha, que todavía no son apreciados por la ciudadanía. Como si lo anterior no fuera suficiente, la llegada masiva de migrantes venezolanos hizo más difíciles las cosas. Según cálculos de las autoridades, cerca de 300.000 personas provenientes de la nación bolivariana se instalaron en tierras ecuatorianas.
Tras una primera fase en la que primó la solidaridad, ahora las quejas ante la presencia de los que llegaron son más frecuentes y van desde aumentos en la inseguridad hasta competencia al momento de buscar un empleo, aparte de las presiones sobre el presupuesto nacional.
No obstante, Quito mantiene el curso y el contraste con el pasado es evidente. Así se demostró en la reciente cumbre de la Alianza del Pacífico, cuando Ecuador quedó cerca de ingresar como socio pleno al esquema de integración profunda que componen Chile, Colombia, México y Perú. Esta semana, Moreno realiza una gira por Europa en lo que podría ser una apuesta por la internacionalización.
Algunos resultados comienzan a verse. El riesgo país asociado a los bonos públicos ha caído en más de tres puntos porcentuales en el mercado financiero, mientras que los ingresos de inversión extranjera directa crecieron 127 por ciento en el 2018. Hay varios proyectos de minería y petróleo que permitirían aumentar las exportaciones, al tiempo que el turismo toma un segundo aire. Ello comprobaría que la medicina, a pesar de efectos colaterales indeseables, da resultados. Por el bien de esta parte de América del Sur, ojalá así sea.
Ricardo Ávila Pinto
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