El escenario escogido para el evento del lunes fue el Teatro Colón, en pleno corazón de Bogotá. No faltó quién mencionara que convocar a los asistentes al mismo lugar en el cual se suscribió el acuerdo entre la administración Santos y las Farc en noviembre del 2016, buscaba enviar un mensaje subliminal al contrastar un acto con otro.
Sin embargo, más allá de las suspicacias, vale la pena destacar la suscripción de los “pactos por el crecimiento, para estimular la productividad, las exportaciones y el empleo”.
Estos se refieren a la protocolización de 505 compromisos individuales que abarcan a una docena de sectores específicos. La lista se elaboró al cabo de varios meses de trabajo con 45 gremios de la producción y más de 60 entidades del sector público.
En términos prácticos podría hablarse de un ejercicio en el que primó el sentido común, sin tocar nada en materia fiscal. Quien esté en el mundo de los negocios en Colombia sabe que en su respectiva actividad hay exigencias, regulaciones, controles u obstáculos que aumentan los costos y se convierten en verdaderos cuellos de botella.
Aflojar camisas de fuerza permitiría aumentar la competitividad, en favor de la inversión y el empleo.
La iniciativa fue liderada por la vicepresidente de la República, Marta Lucía Ramírez. A final de cuentas se cuantificaron los posibles resultados de la facilitación propuesta: estos se resumen en la creación de 866.000 plazas de trabajo en el cuatrienio y un aumento de exportaciones a cargo de las compañías representadas, que irían de 6.703 millones de dólares en 2018 a 10.279 millones en 2022.
Dentro de los capítulos considerados se encuentran agricultura, manufacturas, turismo y servicios de tercerización, entre otros. Por ejemplo, en lo que atañe al cacao se busca renovar 70.000 hectáreas envejecidas de árboles y sustituir 50.000 hectáreas de cultivos ilícitos, para que Colombia brille con más fuerza en el firmamento de la chocolatería.
El proceso debería continuar con otros renglones. Por ello resulta fundamental mostrar resultados en el corto plazo, sobre todo en lo que respecta a disposiciones. Los conocedores del asunto hablan de los “mangos bajitos”, que son aquellos que se atrapan con solo estirar la mano o, en este caso, expedir un decreto o una resolución.
Tampoco es menor centrarse en el crecimiento económico, desde el punto de vista de lo micro. Si las cosas salen bien, el Producto Interno Bruto se expandiría en más de 13 billones de pesos, solamente por cuenta de este empeño.
Por tal razón, es clave que los ministerios le presten atención a hacer la tarea. Uno de los riesgos es que no se le dé prioridad al asunto, por ser una propuesta que proviene de la Vicepresidencia. Si bien Iván Duque tomó la vocería en el Colón, los funcionarios de la Casa de Nariño deben estar involucrados en el seguimiento.
Un elemento más en la ecuación son las gestiones ante otros países. Las restricciones fitosanitarias aplicables a frutas, vegetales o carne, les impiden a quienes están en estos segmentos acceder a decenas de mercados. Debido a ello, hay que combinar la labor diplomática, con la documentación técnica.
Al sector privado le cabe una cuota grande de responsabilidad. Aparte de levantar la bandera si las cosas no avanzan, requiere mostrar resultados. Los diálogos sirvieron para construir confianza, por lo cual hay que fortalecerla, manteniendo buena comunicación y haciendo el oficio.
En conclusión, aquí hay un paso en la dirección correcta. Justo cuando el entorno internacional se oscurece, este esfuerzo es encomiable. Ahora de lo que se trata es de convertir los anuncios en realidad.