La cita es este miércoles a las 11 de la mañana. Esa es la hora a la cual el Dane ha convocado la rueda de prensa con el fin de informar cómo le fue a la economía colombiana en el primer trimestre del 2019. Dadas las señales encontradas que provienen de diferentes indicadores, la expectativa es grande y más en un contexto de creciente incertidumbre mundial.
Lo que está en juego no es un asunto menor. El Gobierno está comprometido con un crecimiento anual del 3,6 por ciento, que confirmaría una progresión frente al 1,4 del 2017 y el 2,7 por ciento del año pasado. Por su parte, el Banco de la República habló de 3,2 por ciento en su más reciente comunicado. Un ritmo cercano a esa cifra serviría para consolidar las expectativas optimistas y ayudaría a impulsar el consumo interno, junto con la inversión empresarial.
No menos importante es que una expansión más rápida del Producto Interno Bruto se traduce en mayores recaudos de impuestos. Para un gobierno cuyo desafío más grande es el cumplimiento de las metas de déficit fiscal, el asunto de la velocidad es crucial.
Sin embargo, hay quienes creen que la cifra que reportarán las autoridades no será tan buena. Esa impresión nace de los datos conocidos hasta la fecha, que no muestran la fortaleza ideal. Por ejemplo, el área de investigaciones de Bancolombia le apuesta a un guarismo del 2,7 por ciento, que sería muy similar al número de los tres trimestres previos. En caso de que se cumpla esta última proyección, sería necesario que en lo que queda del año el crecimiento se eleve al 3,8 por ciento, en promedio, algo factible, pero desafiante.
El argumento de quienes creen que estaremos por debajo del 3 por ciento se basa en que los sectores que van relativamente bien, no muestran una gran dinámica. Así sucedería con los giros de la administración pública, que otra vez serían el motor más potente. También pasaría con la industria y el comercio, cuya realidad es aceptable, no extraordinaria ni destacada.
Tampoco se pasa por alto un aumento en la producción de petróleo, que es un segmento importante. Lamentablemente, la extracción de carbón ha encontrado obstáculos imprevistos que son un contrapeso e impactarán el desempeño de la minería.
Algo similar puede suceder con la construcción. De un lado, las obras civiles se deberían beneficiar del mayor ritmo de gasto en las administraciones departamentales y locales que avanzan a marchas forzadas para concluir obras, antes del cambio de gobernadores y alcaldes. A su vez, el programa de concesiones de cuarta generación logró sortear algunos obstáculos adicionales, por lo cual hay más frentes de trabajo.
No obstante, propios y extraños aceptan que el ramo edificador no levanta cabeza. Más allá de los programas gubernamentales que tratan de darle un nuevo impulso a la finca raíz, ni la vivienda, ni otros destinos como oficinas, bodegas o centros comerciales han visto reverdecer sus laureles.
Quizás la preocupación más grande es la agricultura. Pese a que el fenómeno climático de ‘El Niño’ se pueda calificar como moderado, es indudable que la falta de lluvias afectó el rendimiento de algunas cosechas y la suerte de la ganadería. El café, que es un cultivo clave, no saldrá indemne de un entorno complejo que toca productividad y precios internos.
En conclusión, es mejor no hacer cuentas alegres y prepararse para un dato de crecimiento apenas pasable. Siempre pueden ocurrir sorpresas, pero es preferible aceptar que realidades como la de una tasa de desempleo al alza le pasarían su cuenta de cobro al crecimiento del PIB. Si ese es el caso, no quedará más remedio que hacer ajustes aquí y correcciones allá, a ver si en lo que queda del calendario es posible insuflarle mucho más aire a la economía.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto