Donald Trump y Boris Johnson lideran dos de las economías más grandes del mundo. Los dos son líderes populistas cuyos rumbos políticos en el corto plazo quedaron definidos la semana pasada.
El pasado jueves la Cámara de Representantes de Estados Unidos dio otro paso en el impeachment, el juicio político en el Congreso, contra el presidente Trump. Dos días antes el parlamento del Reino Unido había aprobado la convocatoria a elecciones generales anticipadas para el próximo 12 de diciembre.
Factores económicos no solo explican en parte su ascenso a la Casa Blanca y a Downing Street sino también serán definitivos en sus posibilidades de mantener el poder. Si bien hay algunas similitudes entre Estados Unidos y el Reino Unido, Donald Trump y Boris Johnson enfrentarán sus retos políticos desde distintos puntos de partida en materia económica.
Las probabilidades de que Trump se convierta en el tercer presidente de Estados Unidos en ser juzgado por el Senado tras Andrew Johnson y Bill Clinton son altas. La cámara baja del Congreso estadounidense tiene a su mayoría democrática unida bajo el proceso de impeachment. La buena noticia para el actual ocupante de la Casa Blanca es que los congresistas de su partido republicano también mostraron absoluta cohesión detrás de su inocencia.
Si bien el apoyo al juicio político contra Trump ha aumentado en los últimos meses, la opinión pública norteamericana sigue dividida: 49 por ciento cree que Trump debe ser removido mientras el 47 por ciento no lo considera. Ante esa división, el peso del entorno económico en el que se desarrollará el eventual juicio en el Senado crece.
En 1999, cuando el Senado juzgó a Bill Clinton, la economía de Estados Unidos tuvo un importante crecimiento. A un año de enfrentar las urnas de nuevo y ad portas del impeachment, Donald Trump tiene en la economía una de sus cartas más fuertes para la reelección.
La tasa de desempleo se encuentra en el 3,6 por ciento- una de las más bajas en 50 años- mientras que el crecimiento del PIB registró un 1,9 por ciento en el tercer trimestre. La Casa Blanca se ufana de haber creado unos 6 millones de puestos de trabajo, mientras que los índices de confianza del consumidor se encuentran en números muy favorables.
Aunque el manejo de la economía es uno de los aspectos en los que los estadounidenses mejor califican a Trump, retos como la aprobación del nuevo tratado comercial NAFTA y el cierre de algún acuerdo comercial con los chinos siguen sobre la mesa. Aunque la economía estadounidense ha aguantado bien la incertidumbre de la guerra comercial con China, su capacidad de descarrilar la reelección trumpista es alta.
Boris Johnson también se juega su futuro en las elecciones del 12 de diciembre. Su apuesta es lograr una mayoría parlamentaria suficiente para cumplir su promesa de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. El primer ministro pone todos sus huevos en el canasto de las urnas, ya que sus opositores han prometido otras salidas, incluido un segundo referendo.
Desde el referendo que aprobó el Brexit en 2016, el Reino Unido ha experimentado lo que The Economist llamó una “economía zombie”. Creciendo al 1,5 por ciento al año y con un desempleo debajo del 4 por ciento, la economía británica no está noqueada pero la ahoga la incertidumbre.
De hecho, ya sectores como los servicios, la manufactura y la construcción muestran signos de contracción, mientras estudios independientes revelan que el Reino Unido reducirá su economía más del 3 por ciento en 10 años en el escenario más favorable del Brexit.
Donald Trump podrá sobrevivir el juicio político y Boris Johnson ganar las elecciones en un mes, pero la incertidumbre sobre sus economías se mantendrá.
Francisco Miranda Hamburger
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