Aquel conocido dicho según el cual ‘entre más cambian las cosas, más siguen igual’ podría aplicársele al resultado de las elecciones legislativas de este domingo. Sin que se conozcan plenamente los resultados aún, todo apunta a que volvió a conformarse un Congreso que muestra participaciones parecidas a las del actual, que termina en junio.
Con unas curules de diferencia aquí y allá, ninguna bancada logró imponerse de manera apabullante sobre las demás, lo cual plantea que quien llegue a la Casa de Nariño el próximo siete de agosto tendrá que sumar banderas si desea contar con mayorías en el Capitolio. Otra vez en la foto de los más votados aparecieron el Centro Democrático, los liberales, Cambio Radical, los conservadores y la U. Algunos tienen diferencias irreconciliables entre sí, pero otros saben que lo que les conviene es sumar fuerzas para quedarse con un pedazo de la torta burocrática.
En tal sentido, la tan ansiada renovación tampoco tuvo lugar esta vez. Las maquinarias se hicieron sentir, así las condiciones de financiar una candidatura se hubieran vuelto más difíciles e independientemente de la tipificación penal de nuevos delitos electorales. No faltan, por supuesto, las caras nuevas que llegarán como un viento fresco, pero entre ellas también están los herederos de los barones de siempre, incluyendo aquellos en problemas con la justicia.
Tal vez por la deprimente fotografía que confirma que los vicios tradicionales continúan presentes en las corporaciones públicas, los analistas se fijaron en otra instantánea más atractiva. Esta fue la masiva votación de las consultas, en las cuales tanto la derecha como la izquierda definieron sus candidatos. El hecho de que en un número de puestos se hubieran acabado los tarjetones fue el gran lunar de la Registraduría, ante lo cual vendrán investigaciones y sanciones.
Pero más allá de ese tropiezo, lo sucedido ayer sugiere que una proporción importante de la ciudadanía ya escogió por quien sufragará el próximo 27 de mayo. Que Iván Duque haya obtenido cerca de cuatro millones de votos –y que la Gran Consulta por Colombia sumara unos seis millones–, lo ubica como el gran favorito a ceñirse la banda presidencial.
Por su parte, Gustavo Petro se acercó a los tres millones de tarjetones, erigiéndose como el claro vencedor de la Consulta Inclusión Social por la Paz. El medio millón que le agregaría su contendor, el exalcalde Carlos Caicedo, lleva a más de uno a concluir que la primera vuelta ya está definida, pues si se usan los votos al Congreso de las demás colectividades como indicador, nadie más se acerca.
Sin embargo, sería un craso error afirmar que todo está consumado. En términos electorales, falta un largo trayecto, durante el cual el espacio para las sorpresas no está cerrado. Una declaración errada, un paso en falso, una propuesta audaz, un desempeño extraordinario en un debate, son suficientes para que la opinión cambie de preferencias. Bajar la guardia y pecar de exceso de confianza es tan grave como derrotarse antes de tiempo.
Ahora, de lo que se trata es de que el abanico de postulantes complete sus respectivas fórmulas, examine si le conviene o no hacer alianzas y se concentre en planteamientos de fondo sobre los temas que más les preocupan a los colombianos: corrupción, desempleo, salud, educación y seguridad. Hay que hacer votos para que el debate mantenga una buena altura y que prácticas abominables como la propaganda sucia y el uso malévolo de las redes sociales sean la excepción y no la norma.
Pero eso está por verse. La carrera parlamentaria terminó y la de la presidencia apenas arranca de verdad. Lo de ayer podría describirse como el fin del comienzo. Falta ver si la historia concluye en mayo o hay que esperar a junio para saber el desenlace.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto