No se necesita un experto en temas ferroviarios para entender que poner a punto una locomotora que anda a una velocidad menor que la planeada es un desafío. Precisamente, ese es el reto del Ministerio de Transporte y sus dependencias, responsables de que el tren de la infraestructura consiga superar los obstáculos encontrados el año pasado. De acuerdo con las cifras disponibles, el capítulo de obras civiles habría cerrado con un balance negativo, lejos de los presupuestos originales.
Ahora la llama de la esperanza está encendida de nuevo. Una mirada a las proyecciones que hacen los expertos muestra que buena parte de las apuestas relacionadas con una tasa de crecimiento más alta en el 2019 para la economía colombiana giran en torno al avance de numerosos proyectos y, en particular, del programa vial. Aunque el menú de emprendimientos es variado e incluye aeropuertos y navegación fluvial, la verdad es que la mayoría de las inversiones importantes se concentra en las carreteras.
Como seguramente lo notaron los millones de viajeros que transitaron por múltiples puntos de la geografía nacional durante la reciente temporada de vacaciones, hay progresos junto a una larga lista de pendientes. Sin desconocer el aumento en kilómetros de doble calzada o las mejoras en la calidad de los trayectos pavimentados, se cuentan con los dedos de una mano las iniciativas plenamente terminadas o aquellas con alto grado de avance.
Por tal razón, la administración Duque está obligada a desatar numerosos nudos gordianos para que los frentes de obra se multipliquen. Una mayor actividad constructora traería beneficios en materia de generación de empleo, aparte de los encadenamientos industriales que se derivan de un consumo más elevado de cemento y acero, entre otros insumos. Romper cuellos de botella en lo que atañe a la conectividad le abre la puerta a oportunidades de negocios y mueve capitales en múltiples frentes.
Lamentablemente, nada de eso será posible si el tiempo pasa y los contratos firmados empiezan a incumplirse. Para no caer en las frustraciones de siempre, la única salida es tomar las riendas y resolver los líos uno a uno, un empeño en el cual se encuentran la Agencia Nacional de Infraestructura y el Invías.
Quienes saben del asunto explican que los tropiezos son de diversa índole. De tal manera, es distinto lo que sucede con las concesiones de tercera generación –cuyo trayecto emblemático es la Ruta del Sol– y con las de cuarta, parte de las cuales no han conseguido el requisito del cierre financiero. También hay que gestionar de manera individual dolores de cabeza enormes como el túnel de la Línea, cuya terminación todavía está lejana. Lo anterior se combina con una gran estrechez de recursos, dado el nulo espacio fiscal que existe para incrementar los presupuestos.
En consecuencia, no hay un remedio general, sino fórmulas específicas dependiendo del caso individual. Hasta ahora, lo que se ha visto es que una buena dosis de sentido común, que es clave para destrabar los atascos, algo que pasa por la buena voluntad de las partes.
En otros casos, se requiere un mejor marco normativo, para lo cual se puede utilizar la próxima discusión de la ley del plan de desarrollo que deberá ser aprobada antes de mayo y así mejorar procesos en lo que concierne a lo ambiental, las redes de servicios públicos o lo predial.
Por otra parte, es definitivo el concurso de los entes de control en la búsqueda de salidas razonables, así como la coherencia gubernamental para que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha y se hable con una sola voz. Únicamente así será posible que la locomotora de la infraestructura avance más rápido y concretar las inversiones que siguen pendientes. De lograrlo, la economía colombiana saldrá beneficiada.
Ricardo Ávila Pinto
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@ravilapinto