Que los colombianos son pesimistas frente al rumbo del país no es nada nuevo. De hecho, en abril de 2012 fue la última vez, en la encuesta de Gallup, en que los optimistas superaron a quienes creen que Colombia va por mal camino.
Sin embargo, la más reciente publicación de este sondeo, realizado en medio de las actuales protestas ciudadanas, muestra que el nivel de pesimismo colectivo alcanzó el 79 por ciento. Es el segundo registro más negativo de los últimos 20 años, solo superado por el de agosto de 2013 en medio del paro agrario contra Juan Manuel Santos.
El rumbo del país no es el único que sale mal registrado en esta encuesta de Gallup. La fotografía instantánea del momento que atraviesa hoy Colombia refleja no solo ese pesimismo, sino también una preocupante pérdida de confianza en las instituciones más representativas.
Si bien los índices de favorabilidad de muchas instituciones han venido experimentando una tendencia a la baja, las protestas ciudadanas desatadas desde el 21 de noviembre pasado han llevado estos indicadores a niveles nunca registrados.
Por ejemplo, solo el 10 por ciento de los colombianos tiene una imagen favorable de la administración de justicia, la más baja en los casi 20 años de mediciones. El 84 por ciento rechaza al Congreso de la República, mientras que el 86 por ciento desaprueba a los partidos políticos y, el 55 por ciento, a la Corte Constitucional.
Dentro de esa caída generalizada de la imagen de varias instituciones, dos se destacan en particular. Los medios de comunicación registraron una imagen negativa de 55 por ciento, la más alta en 20 años. No es la primera vez que estos reciben una calificación así en la encuesta.
No obstante, en momentos de protestas sociales, la credibilidad social y la confianza ciudadana son activos cruciales para informar. Este nivel de rechazo es una alerta que no debe caer en oídos sordos.
Que la mayoría de los colombianos tenga una imagen desfavorable de los medios de comunicación debe invitarnos a la reflexión como gremio y como oficio. Las razones detrás de esos indicadores negativos son complejas y no solo cobijan múltiples aspectos por mejora interna.
Otro de los datos preocupantes de la encuesta Gallup de diciembre tiene que ver con la clase empresarial. Por primera vez en dos décadas de medición, los empresarios tienen una imagen negativa del 49 por ciento, superior a la positiva del 44 por ciento.
Los registros de meses anteriores confirman la vinculación entre el actual momento de descontento social con el desplome de más de diez puntos en la favorabilidad del sector privado.
Al igual que con los medios, esta percepción negativa de los colombianos con respecto a los empresarios debe despertar todas las alertas. El sistemático ataque a la actividad y la empresa privada no es un fenómeno nuevo; no obstante, el malestar social detrás de las protestas parece alimentar una peligrosa e injusta lectura del empresariado como un sector contrario a la equidad e indolente a los reclamos ciudadanos.
Incluso si en próximas mediciones esta tendencia se reversara, el sonoro mensaje a los empresarios debe ser escuchado: a pesar de su permanente aporte social y dinamismo económico, cada vez más colombianos del común no perciben, ni mucho menos valoran, la contribución del sector privado a la sociedad.
Los empresarios y sus representantes en el debate público deben fortalecer los esfuerzos de conexión con el resto de la sociedad. Habrá que esperar próximas mediciones para ratificar si estas tendencias se mantienen. El descontento se comporta como un ácido que corroe las percepciones, la confianza, la favorabilidad y la credibilidad de las distintas instituciones de una sociedad.